Opinión

Decisiones a ciegas

FOTO: CUARTOSCURO.COM

En México aún tenemos el gran reto de aprovechar nuestros recursos humanos formados: según datos de la ENOE 2023, solo 58% de las mujeres mayores de 25 años con educación superior e hijos trabaja. Este dato es aún más contrastante al considerar que, según la OCDE, en nuestro país se gradúan más mujeres que hombres de educación superior. Es decir, México está desaprovechando las competencias de casi la mitad de las mujeres con hijos que tienen educación superior. ¿Qué puede explicar este panorama?

Al convertirse en madres, las mujeres con educación superior que son económicamente activas eventualmente considerarán la decisión de ausentarse del mercado laboral, ya sea de manera parcial o total, por unos años o de manera permanente, para atender las responsabilidades que conlleva el cuidado de un niño. Según la ENOE, la proporción de mujeres de 25 a 35 años con educación superior e hijos que trabaja es 70%, mientras que la misma proporción para mujeres de 40 a 45 años es cinco puntos porcentuales mayor.

Las mujeres con hijos -relativamente pequeños- toman en cuenta distintos elementos en sus decisiones de mercado laboral. Según la ENOE, 31% de las mujeres de 25 a 35 años con educación superior e hijos que trabaja lo hace en la informalidad. Este porcentaje cae a 26% para las mujeres de 40 a 45 años. Curiosamente, la distribución de las horas trabajadas para ambos grupos de edad es similar. Es decir, las mujeres con educación superior e hijos no están decidiendo cuántas horas trabajar sino si continuar trabajando o no y cómo hacerlo.

Cuando las mujeres estudian o concluyen una carrera universitaria no necesariamente están conscientes de este eventual cambio en las reglas del juego maternidad-empleo. Muchas de ellas tomarán decisiones laborales sin información suficiente o habilidades adecuadas, con una venda en los ojos. Estas decisiones afectarán la evolución de su carrera laboral y el flujo de sus ingresos. Por diversos factores, incluyendo las barreras culturales que aún prevalecen en el país, los hombres todavía no necesitan incorporar este elemento en su propia función de decisión.

Múltiples retos surgen de este desequilibrio. Por un lado, dichas mujeres no podrán recuperar de la misma forma los rendimientos económicos de la inversión que hicieron en su educación superior ni obtener los beneficios económicos equivalentes a tener un empleo de tiempo completo durante su vida económicamente activa. Por el otro, la sociedad deja de beneficiarse del talento formado de estas mujeres, ya sea parcial o totalmente.

Para que las sociedades aprovechen plenamente sus recursos y, sobre todo, para que las personas se desarrollen en todos los sentidos y tengan una carrera laboral fructífera, podemos empezar a pensar en nuevas formas de equiparlas con información -e incluso habilidades- que les permitan sortear mejor sus responsabilidades laborales y familiares, no solo mientras logramos la igualdad de oportunidades en materia de género sino como parte fundamental de ese proceso.

Más allá de que el mercado laboral ofrezca políticas flexibles que permitan lograr dicha igualdad, las instituciones de educación superior y las plataformas de orientación vocacional también pueden contribuir a reducir la brecha proporcionando información y habilidades a las futuras profesionistas sobre los distintos esquemas de trabajo, incluyendo el independiente. Así podrán tomar decisiones sin una venda en los ojos y alcanzar sus metas profesionales y personales.

Publicado en La-Lista.

15-11-2023