Opinión

Dos Bocas: la carreta delante de los caballos

El jueves 30 de junio, apenas horas antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador pronunciara su discurso triunfal en la inauguración de Dos Bocas, la Comisión Reguladora de Energía (CRE) le  otorgó a Pemex Transformación Industrial (PTRI) un permiso para generar la energía eléctrica con la que operará la refinería. A nadie debe sorprender que un gobernante inaugure una obra antes de que sea terminada, pero este hecho representa bien el desaseo y la opacidad con que se ha ejecutado uno de los proyectos más importantes del sexenio.

Hace un poco más de tres años, el jueves 9 de mayo de 2019, López Obrador anunció que se declaraba desierta la licitación para la construcción de una refinería en su estado natal, argumentando que las empresas interesadas “se pasaron de los 8000 millones de dólares y en el tiempo de construcción”. Como dejó claro la Auditoría Superior de la Federación (ASF) de 2019, entre el 28 y el 29 de mayo —es decir, tres semanas después— el Consejo de Administración de Pemex Transformación Industrial y el Consejo de Administración de Pemex aprobaron el proyecto, con la opinión favorable del Comité de Estrategia e Inversiones. La ASF señaló que “existe el riesgo de que no se haya contado con el tiempo suficiente para evaluar detalladamente todos los aspectos necesarios para el desarrollo del proyecto de inversión, ya que en el acta de sesión no se identificaron comentarios específicos respecto de la información contenida en el caso de negocio”. La ASF de 2021 presenta algunos comentarios sobre el plan de negocios de la refinería, pero la información sobre los flujos esperados de producción, costos, precios y demás supuestos necesarios para realizar un análisis de los beneficios esperados no está disponible.

Más allá de las declaraciones del presidente y de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, y más allá de lo que han comentado especialistas en la materia, no hay forma en que la ciudadanía pueda darle un seguimiento puntual y documentado a los estudios de viabilidad, los costos y los avances en las obras. La refinería no está en la Cuenta Pública, porque tampoco está en los proyectos de cartera de inversión de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), sino que aparece como una inversión financiera. Tampoco tenemos información sobre la forma en que se asignaron los contratos para la ejecución de las obras: no sabemos si hubo procesos competitivos o adjudicaciones directas.

El presidente ha reconocido que podrían requerirse entre 11 000 y 12 000 millones de dólares para terminar la obra, lo que significa hasta un 50 % de sobrecostos. Pero no hay información pública que respalde esos dichos, ni manera de saber si es una estimación apropiada. Durante el evento del 1 de julio, López Obrador mencionó que la empresa filial de Pemex encargada de la administración del proyecto, PTI Infraestructura de Desarrollo, ha recibido 10 200 millones de dólares. De acuerdo con los estados financieros de Pemex, sabemos que entre 2019 y el primer trimestre de 2022 el gobierno federal ha realizado aportaciones patrimoniales para la construcción de la refinería por más de 175 000 millones de pesos, lo cual ya excedería el monto de 8000 millones de dólares considerado inicialmente, pero no conocemos cómo se han gastado esos recursos. Tampoco sabemos cuándo y con qué capacidad comenzará a operar la refinería “Olmeca”. El Plan de Negocios 2021-2025 de Pemex establece que la planta iniciará operaciones regulares en 2023, pero reportajes y análisis ajenos al gobierno han cuestionado esta aseveración.

De cualquier forma, las palabras del presidente se volvieron realidad: los constructores de Dos Bocas se pasaron de los 8000 millones de dólares y se excedieron en el tiempo de construcción. Dado que excedentes en tiempo y costo habrían sido advertidos por las empresas que participaron en la licitación, el problema que se debe enfatizar es más bien la deficiencia y la opacidad en la planeación, así como el hecho de que todo parece indicar que se está construyendo una obra con beneficios económicos inciertos. Este último punto es importante porque el desempeño de PTRI no ha sido bueno desde al menos hace once años. Como el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha notado, entre 2011 y 2021 esta subsidiaria de Pemex acumuló pérdidas netas de 1.28 millones de pesos. Tan sólo el año pasado perdió 220 000 millones de pesos: casi los 10 200 millones de dólares mencionados arriba. En el primer trimestre de 2022 la subsidiaria reportó una pérdida de 18 700 millones de pesos.

Estas pérdidas se explican en parte porque las seis refinerías que componen el sistema nacional de refinación (SNR) han operado muy por debajo de su capacidad. En el primer trimestre de 2022, por ejemplo, las plantas operaron al 50.1 % de su capacidad diaria de 1.64 millones de barriles, de manera que durante ese periodo únicamente procesaron 822 000 barriles por día. Aunque la producción de petrolíferos ha crecido en los últimos dos años, el aumento más importante ha sido en la producción de combustóleo, un combustible con un precio bajo si se compara con la gasolina y el diésel. En 2021 el SNR produjo más combustóleo que gasolinas y en el primer trimestre de 2022 la producción de este producto siguió siendo elevada.

Elaboración de petrolíferos por producto durante el primer trimestre de cada año (2011-2022). Miles de barriles diarios

Fuente: elaborado por el IMCO con información de Pemex. Reporte de resultados no dictaminados 1T (varios años).

Otro tema relevante es la plantilla laboral. De acuerdo con un reportaje de Reuters, en noviembre de 2020 había cerca de 24 000 trabajadores en las seis refinerías de Pemex: un promedio de 4000 empleados por refinería —aunque, desde luego, las plantas no son idénticas, por lo que el número de trabajadores en cada una varía—. Esto lo podemos comparar con el número de trabajadores y contratistas en la refinería de Deer Park, en Texas, que de acuerdo con la empresa Shell serían alrededor de 2700.
Queda claro que el SNR debe tomar acciones para incrementar su productividad y eficiencia y que debería ser prioritario que PTRI deje de perder dinero. Según una presentación que elaboró la Secretaría de Energía (Sener) durante el período de transición en 2018, la reconfiguración del SNR costaría casi 12 800 millones de dólares, un monto comparable al de la construcción de la refinería Olmeca. Sin embargo, en septiembre de 2021, en su tercer informe de gobierno, López Obrador mencionó que durante su gestión se han destinado 33 581 millones de pesos (un poco más de 1600 millones de dólares) a la rehabilitación de las refinerías mexicanas. Es muy normal que los políticos prefieran inaugurar obras que arreglar problemas, pero con estos datos, parece que el megaproyecto que se construye en el estado natal del presidente equivale a poner la carreta delante de los caballos.

El presidente y sus allegados han repetido hasta el cansancio que, con la refinería de Dos Bocas, México avanzará en su autosuficiencia energética; que ya no tendremos que vender petróleo y comprar gasolinas, porque todo se va a refinar aquí y vamos a consumir lo que producimos. Esto es falso por simple aritmética: el promedio de la demanda de gasolinas en las primeras 22 semanas de 2022 fue de 749 miles de barriles diarios (mbd) y las importaciones fueron de 498 mbd. Si el día de mañana entrara en operación la refinería “Olmeca” y por algún hechizo pudiera transformar todo el petróleo crudo que será capaz de refinar (340 mbd) en gasolinas, todavía nos quedaríamos cortos para satisfacer la demanda del país. Dicho hechizo no existe: la secretaria Nahle dijo en el evento del 1 de julio que en Dos Bocas se producirán 170 mbd de gasolinas, con lo que en las condiciones actuales las importaciones no se reducirían ni siquiera a la mitad.

Por otra parte, a veces parece que los discursos oficiales no toman en cuenta que extraer petróleo y refinarlo cuesta mucho dinero. Si Pemex Exploración y Producción dejara de exportar crudo, de todas formas tendría que vendérselo a PTRI. Si lo vendiera “al costo” —un costo que de cualquier forma está ligado a los mercados internacionales— el gobierno federal reduciría sus ingresos por la renta petrolera. Por lo mismo, sería cada vez más difícil para Pemex tener recursos para explorar y producir petróleo, cosa que en los últimos años ha resultado más difícil de lo que se esperaba, de manera que los planes de producción de la administración actual están ya muy lejos de ser alcanzados. Si el gobierno además quisiera mantener o bajar los precios de los combustibles por medio de estímulos y subsidios, todo apuntaría a una crisis fiscal. El escenario de autosuficiencia que promete López Obrador es francamente improbable por razones técnicas y económicas, que implican desde la calidad del crudo que se produce en México hasta posibilidades de financiamiento para Pemex.

A pesar de la incertidumbre sobre la transición energética que se ha suscitado tras la pandemia y el conflicto en Ucrania, las tendencias globales de largo plazo indican que los mercados de hidrocarburos y combustibles fósiles se volverán más pequeños y compactos. Cuando eso pase, incluso si es dentro de veinte años, México tendrá que estar preparado tanto en términos fiscales como de seguridad energética. Una obra tan opaca y con una planeación tan inadecuada como la de Dos Bocas, que además absorbe recursos valiosos que podrían destinarse a mejorar la infraestructura energética del país, nos pone en el sentido contrario. Por lo pronto, sólo queda esperar a ver cuándo las instalaciones recién inauguradas se convertirán en una refinería funcional.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan la postura institucional.

Publicado en Nexos.

07-07-2022

El autor agradece a Diego Díaz y a Fernando Valdés por su apoyo en la recopilación de datos para este artículo.