Opinión

El techo de la deuda

Fotografía: Kevin Lamarque/Reuters

Las discusiones sobre el techo de la deuda en Estados Unidos, negociaciones profundamente económicas, pero políticas al fin y al cabo, están estirando la liga más de lo deseado en este momento particular, cuando el fantasma de una recesión está presente y cuando aún existe cierta incertidumbre sobre el sistema financiero estadounidense.

El techo de la deuda es el monto máximo que el gobierno federal estadounidense puede pedir prestado –a través de la emisión de bonos– para financiar sus obligaciones legales. El límite de endeudamiento actual es de 31.4 billones (millones de millones) de dólares, conforme lo aprobado por el Congreso de ese país en diciembre de 2021. En ese momento, todavía en medio de la pandemia de covid, el incremento autorizado fue de 2.5 billones.

El esquema bajo el cual opera este tope de endeudamiento fue creado por el Congreso de Estados Unidos en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, con el objetivo de mantener las finanzas públicas de ese país en orden. Antes de contar con ese sistema, la deuda pública norteamericana fluctuaba conforme a ciertos límites establecidos por el propio Congreso. A partir de 1917, se autoriza un máximo de endeudamiento y mientras se opere debajo de ese límite no es necesario renegociarlo.

Sin embargo, como las obligaciones financieras de un país suelen incrementarse, el techo de la deuda también tiene que irse ampliando. Desde que fue establecido como sistema, este límite ha sido aumentado más de cien veces.

En enero de este año, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, advirtió que el límite se alcanzaría pronto. De hecho, se llegó a los 31.4 billones de dólares el 19 de ese mismo mes. Yellen expresó que podrían extender el límite reasignando gasto y tomando medidas extraordinarias, pero que no podrían pasar de junio. Y junio está a la vuelta de la esquina. El 5 de junio es la fecha que ha señalado la tesorera en la que serían incapaces de operar a menos de que se alcance un nuevo acuerdo.

Todo parece indicar que ese acuerdo ha sido alcanzado, según manifestó la Casa Blanca durante el fin de semana. No sabemos, hasta el momento, los detalles de lo negociado. Seguramente, ambos partidos cedieron y ambos también impusieron condiciones. Después de meses de intensas negociaciones, el presidente Biden y Kevin McCarthy, presidente de la Cámara de Representantes se pusieron de acuerdo en una llamada telefónica.

Ahora, el acuerdo verbal tendrá que ser transformado en un documento legal, presentado al Congreso, discutido y votado antes del 5 de junio, día en que el gobierno de los Estados Unidos se quedaría sin recursos según los números de Yellen.

La probabilidad de que no se alcanzara un acuerdo era muy baja. Es difícil pensar que la economía más importante del planeta pudiera incumplir sus compromisos financieros con sus propios ciudadanos y con el resto del mundo, pero la incertidumbre que le han inyectado a la economía ha sido innecesaria; un juego político con saldos económicos.

Aún no sabemos con precisión lo acordado. Los republicanos exigían recortes presupuestales de 25% que seguramente no fueron aceptados por los demócratas. Éstos, a su vez, habrán cedido en temas energéticos y laborales. El techo de la deuda acordado se mantendría durante dos años esquivando el periodo electoral.

Habrá que estar atentos a lo que suceda con nuestro vecino, porque ya sabemos que cuando a ellos les da gripa… a nosotros también.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en El Universal.

30-05-2023