
Techo de cristal es un concepto utilizado desde los años ochenta para explicar la existencia de barreras invisibles que impiden a las mujeres acceder a los puestos más altos dentro de las empresas. También se ha usado para hablar de hitos políticos como el triunfo de Claudia Sheinbaum como presidenta de México. Aunque ha habido un avance significativo en la participación de las mujeres en la educación superior, esto no se ha traducido en mayor representación en el mercado laboral, mucho menos en cargos de mayor jerarquía.
Para poder avanzar en la participación en las direcciones y consejos de administración, el techo debe dejar de ser de cristal, es decir, que dejen de ser invisibles las dinámicas, prácticas y omisiones que explican por qué las mujeres no tienen la misma probabilidad de sus colegas hombres de dirigir y tomar decisiones importantes dentro de las empresas.
Para esto, un paso clave es medirlo, es contar con evidencia sólida. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) analiza, desde hace cinco años, datos para aportar a la discusión. De acuerdo con la última edición de “Mujeres en las empresas”, las trabajadoras ocupan 3% de las direcciones generales, 15% de las direcciones financieras y 26% de las direcciones jurídicas de las empresas listadas en la bolsa. Además, constituyen solo 14% del total de asientos en los consejos de administración… un panorama desalentador.
¿Qué están haciendo las empresas para enfrentar esta subrepresentación? Las empresas grandes en México reportan, a través de sus informes anuales y de sostenibilidad, información valiosa sobre las acciones que implementan para impulsar la participación de las mujeres. La política de inclusión más frecuente es la capacitación continua y los programas de liderazgo, seguida de la implementación de protocolos para prevenir la violencia. Aunque algunas empresas -no todas valga decirlo- realizan programas de mentoría, acompañamiento y contratación en favor de la participación de las mujeres, estos no han llevado a la paridad en las organizaciones.
¿Qué ha faltado? Las empresas deben ir más allá: encuestar a sus colaboradoras, entender sus necesidades, comprender las condiciones que enfrentan fuera de la oficina y que influyen en la vida laboral. En conclusión, entender que las brechas de género no son solo cifras, son historias de vida de mujeres preparadas que quieren tener voz en las empresas, pero no encuentran el camino para lograrlo. Impulsar la igualdad no es un favor empresarial, es un compromiso de responsabilidad social.
Otro punto importante es que la participación de las mujeres varía según el tipo de empresa y sobre todo de las MiPymes nos falta información. Y esto es clave porque México es un país de mujeres microempresarias -6.8 millones aproximadamente de acuerdo con el INEGI-, que ya son jefas y dueñas de sus negocios, pero enfrentan limitaciones para crecer, como falta de financiamiento, rezago de digitalización, mayores tasas de informalidad.
Techos de cristal, piso pegajoso, escaleras rotas, todos conceptos válidos, pero actualmente insuficientes para nombrar el problema. El techo no se ha logrado romper y el piso sigue más pegajoso que nunca. Sin un esfuerzo de quienes pueden tomar decisiones: autoridades, organizaciones y confederaciones empresariales, podemos seguir usando conceptos, pero estaremos lejos de cambiar la realidad que exige a gritos mayor equidad y oportunidades para las mujeres.
@NataliaCampos7
04-12-2025