Opinión

Estudiantes reprobados, ¿y la indignación?

FOTO: CUARTOSCURO.COM

Ocho de cada diez estudiantes en México están en un nivel crítico de aprendizaje, pero se ha hablado poco, poquísimo, sobre el estado reprobatorio de los alumnos mexicanos en todos los niveles educativos. Lo que debería de haber sido un escándalo, pasó desapercibido. ¿Dónde quedó la indignación que vivimos en agosto tras los nuevos libros de texto?

Apenas la semana pasada la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) publicó, por primera vez desde su creación en 2019, el resultado de las evaluaciones educativas del ciclo 2022-2023. Estos resultados son el primer diagnóstico de la situación de aprendizaje de los estudiantes en México desde 2018 y el panorama que se revela es aterrador, sobre todo en el contexto pospandemia.

Parecería que hablar de la emergencia sanitaria de 2020 es cosa del pasado, pero la realidad es que su impacto en la educación es más palpable que nunca (y seguirá siendo hasta que atendamos este rezago). Según los resultados de Mejoredu, todos los estudiantes desde segundo de primaria hasta tercero de secundaria han obtenido calificaciones reprobatorias en Lectura, Matemáticas y Civismo (con la excepción de Lectura en segundo de primaria, que apenas logró “panzar”). Sin embargo, estos datos parecen ser solo la punta del iceberg y la situación podría ser, aunque sea difícil de concebir, más grave.

Gráfica con los datos de estudiantes de primaria y secundaria reprobados en lectura, matemáticas y civismo.

El nuevo enfoque de evaluación en México experimentó cambios durante esta administración y se reformuló el propósito de llevar a cabo pruebas. Este nuevo enfoque se centra en “no lesionar la dignidad de estudiantes y docentes”, evitando comparaciones, calificaciones y estigmatizaciones. Ahora, las pruebas serán puramente diagnósticas y no estandarizadas y servirán únicamente para retroalimentar a los docentes y no para diseñar política educativa.

Pero interpretar las evaluaciones estandarizadas como algo que daña la dignidad de docentes y alumnos es erróneo. La utilidad de estas evaluaciones no es solo proporcionar una visión clara del rendimiento y los logros de los estudiantes y retroalimentar a los docentes, sino contar con datos actualizados y sistematizados para someter el sistema educativo a un escrutinio crítico, mejorar la toma de decisiones y trazar las rutas adecuadas. La gran consecuencia de no contar con datos estandarizados y actualizados será que seguiremos sin insumos para guiar la política educativa.

Aunque hay fallas profundas en la metodología e implementación de las pruebas de Mejoredu que analizamos en el IMCO, es lo único que tenemos para conocer lo que realmente está sucediendo en las aulas del país. Lamentablemente, los trágicos resultados no causaron el revuelo que debieron.

Habría sido importante que no solo los expertos en educación, sino todos, incluyendo empresas, padres de familia y líderes de opinión, alzaran su voz para exigir que estos resultados den lugar a una estrategia integral para mejorar la educación. De seguir haciéndonos de la vista gorda corremos el riesgo de socavar el futuro de generaciones enteras y limitar las oportunidades de crecimiento y desarrollo de nuestro país. Las consecuencias las viviremos todos.

Publicado en Animal Político.

12-10-2023