Ingrid Chávez | @IngridChavezO y Fátima Masse | @Fatima_Masse
En los últimos años, México se ha enfrentado a una epidemia de diabetes e hipertensión que, tan solo en 2018, cobró la vida de más de 250 mil personas. Una de cada cuatro de estas personas presentaba insuficiencia renal antes de fallecer, una complicación común en estos padecimientos silenciosos. La probabilidad de que nos pase a nosotros o a un conocido cercano es muy alta.
La situación es seria para el país, pues ocupamos el segundo lugar con la mayor tasa de mortalidad por enfermedad renal crónica (ERC), después del Salvador (Global Burden of Disease, 2017). Y aunque no se cuenta con un registro del total de enfermos, la Academia Nacional de Medicina estima que hay alrededor de 124 mil personas con insuficiencia renal solo a causa de la diabetes.
Los tratamientos para la ERC son muy costosos. La Secretaría de Salud asegura que un procedimiento de diálisis puede costar entre 113 mil y 529 mil pesos anuales, según el tipo de tratamiento. Estas cifras no solo ponen en riesgo las finanzas públicas, sino que también impactan de manera significativa en la economía de los familiares con este padecimiento.
En 2018, el IMSS destinó el 4% de su presupuesto para tratar sólo al 0.3% de los asegurados con insuficiencia renal. Hasta ahora, las instituciones públicas han optado por el tratamiento de diálisis peritoneal como el método menos costoso para tratar la ERC. Sin embargo, este puede dejar de funcionar en el mediano plazo según el estado de salud con la que el paciente inicie el tratamiento.
Los pacientes de falla renal también pueden someterse a un trasplante de riñón: el único tratamiento que podría regresarles una calidad de vida óptima. No obstante, no se concretan los suficientes trasplantes para cubrir la demanda. En 2018, poco más de 3 mil pacientes lograron un trasplante renal, en contraste con las más de 15 mil personas en listas de espera, según el Centro Nacional de Trasplantes.
A pesar de que el costo de trasplante renal es de los tratamientos menos costosos (entre tres y cuatro veces menor que la hemodiálisis, en un lapso de cinco años de tratamiento), no se ha impulsado de forma eficaz debido a la falta de detección temprana, a la carencia de una cultura de donación y dificultad para que los afectados encuentren a un donador vivo compatible.
¿Qué se necesitaría para aumentar los trasplantes renales? Primero, redoblar esfuerzos para la detección temprana de la ERC y de los padecimientos con los que se asocia para identificar a los candidatos en mejores condiciones. Segundo, aumentar la donación cadavérica con acciones que sensibilicen a los familiares de posibles donadores y agilicen los procesos dentro de las instituciones de salud. Tercero, considerar nuevas tecnologías como la donación renal pareada para que, por medio de algoritmos matemáticos, se identifiquen a más donadores vivos y receptores compatibles.
La Administración actual ha prometido acceso universal a los servicios de salud. Para lograrlo, es crucial debatir y concretar acciones para el tratamiento costo-efectivo de los pacientes de falla renal poniendo su calidad de vida en el centro de la discusión.
Publicado por Reforma
12-03-2020