Ya sabemos que México es un país con desigualdades. El 10% de la población concentra 59% de los ingresos del país, mientras que 1% agrupa 29% de los ingresos (PNUD). La brecha no solo es evidente en los ingresos, sino en el acceso a la educación, salud y justicia. Las brechas se dan también por género, entre estados, regiones y ciudades. La pregunta entonces es ¿cómo podemos reducir las brechas?
Hace unos días, el presidente López Obrador convocó a los empresarios a Palacio Nacional para una cena. Aprovechando la ocasión, el presidente los invitó a participar en el sorteo de la Lotería Nacional del 15 de septiembre, en el cual los premios serán lotes en Playa Espíritu. Los fondos recaudados se destinarán a concluir el proyecto de la Presa Santa María, en Sinaloa, que llevaría agua potable a más de 400 mil habitantes y riego para más de 24 mil hectáreas de cultivo.
Ya en febrero de 2020, la misma estrategia se había empleado para la rifa del avión presidencial. En aquel “pase de charola” se pidió una cooperación de entre 20 y 200 millones de pesos. En esta ocasión los empresarios negaron comprometerse con un monto, sino que la reunión tuvo como propósito impulsar las obras infraestructura para coinversión público-privada que además generarían cerca de 30 mil empleos.
Si bien el propósito es deseable, las formas de obtener recursos importan. La buena noticia es que se puedan recolectar millones a través de una cena. La mala es que sea en Palacio Nacional y sujeta a la voluntad de empresarios y del Ejecutivo federal. La postergación de la reforma fiscal en este sexenio dejó pasar una gran oportunidad para incorporar elementos de justicia fiscal: no solo que paguen más quienes más tienen, sino que el dinero sirva para garantizar los bienes y servicios públicos de forma sostenible.
El Servicio de Administración Tributaria (SAT) considera a un Gran Contribuyente a aquel que declara ingresos por más de 1,500 millones de pesos al año. El padrón de grandes contribuyentes para abril de este año contaba con 11 mil 028 empresas. A pesar de esto, México destaca por su baja recaudación de impuestos como proporción del PIB. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en 2020 México recaudó el 14.3% de su PIB, mientras que en Dinamarca dicha cifra fue más del doble (34%).
Si queremos tener un sistema de salud como el de ese país nórdico, lo primero que se tiene que hacer es impulsar la existencia de un mayor número de grandes contribuyentes. Al mismo tiempo que se les otorga un ambiente de negocios competitivo, con certeza jurídica y sin extorsiones, se les puede y debe exigir un mayor pago de impuestos, con todas sus obligaciones fiscales y laborales.
En lugar de utilizar estrategias a la Robin Hood convendría una reforma fiscal profunda. Reconocer la necesidad del pago de impuestos de las transnacionales y los impuestos corporativos es una parte. La otra es destinar los recursos a reducir las brechas. Menos política fiscal de la extorsión y más justicia fiscal.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan la postura institucional.
Publicado en El Sol de México.
08-08-2022