Opinión

La apuesta por la educación

FOTO: JOSÉ VARGAS/ CUARTOSCURO.COM

“Estudia para que tengas un mejor futuro” es una frase recurrente en muchos hogares mexicanos. Claro ejemplo de que, en México, la educación es considerada el agente de movilidad social por excelencia. Y no es para menos: Compara Carreras 2023 mostró que, en términos de generación de ingresos, estudiar una licenciatura tiene mejores rendimientos que el oro. ¿Por qué parecería, entonces, que en México no se está apostando lo suficiente en ella?

La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) mostró que, en promedio, de los 13 mil 322 pesos de su gasto total, un hogar mexicano destinó 935 pesos al mes a la educación durante 2022. La cifra tuvo una disminución drástica respecto a 2018, antes de la crisis sanitaria y económica: el gasto educativo disminuyó 19.8 % en términos reales. ¿Cuál es la explicación? ¿Tiene que ver con una menor confianza en la educación? ¿O hay otros motivos?

Para encontrar la respuesta es necesario tomar en cuenta los gastos de los hogares entre el 2018 y el 2022. En esos cuatro años, la manera en que los hogares mexicanos gastan cambió y los recursos destinados a la alimentación, el cuidado de la salud, la limpieza y el cuidado personal cobraron más relevancia. El mayor ajuste se dio en los alimentos, cuyo gasto incrementó en 2.5 % en comparación con 2018 (equivalente a 424 pesos mensuales); una de las razones fue la elevada inflación en alimentos durante los últimos años.

El incremento en alimentos afecta más a los hogares de menores ingresos que tienden a destinar el 50 % de su gasto a este tipo de  bienes, mientras que los hogares de mayores recursos cuentan con mayor facilidad para soportar estos incrementos (quienes destinan el 28 % de su gasto). Entre 2022 y 2018 el gasto destinado en alimentos creció 22 % para los hogares de menores recursos (decil 1) mientras que para los hogares de mayores recursos (decil 10) el aumento fue de 6 %. Sobrellevar el incremento en precios en bienes tan necesarios como la comida provocó que muchos hogares se vieran obligados a reducir el dinero que destinan a otros rubros, como la educación.

A pesar de la disminución generalizada, las brechas entre los hogares persisten, pues los hogares de mayores ingresos gastan en educación 16 veces lo que gastan los hogares de menores ingresos. La reducción en el gasto en educación no se dio porque los hogares mexicanos dejaran de creer en la educación, sino porque ahora les es más difícil poder invertir en ella.

Los cambios no sólo se dieron en el gasto, sino en la asistencia y la dedicación al tiempo escolar. La ENIGH 2022 mostró que menos niños y niñas están asistiendo a la escuela: el año pasado hubo 700 mil 164 estudiantes menos que en 2018, los principales afectados fueron los infantes que asisten a preescolar; en ese grupo se perdieron 433 mil estudiantes.

La educación no es exclusivamente una inversión de dinero, sino también de tiempo, y el hecho de que ambos factores hayan caído pinta un panorama preocupante para la población joven del país y sus prospectos en el futuro.

Las razones por las cuales una persona no asiste a la escuela pueden ser múltiples -falta de acceso a centros educativos cercanos, recursos económicos escasos o un contexto que les impida asistir-, pero en todos los casos esos impedimentos deben ser eliminados. El sector público tiene la obligación de  implementar políticas y acciones encaminadas a garantizar que todos los mexicanos puedan acceder a educación de calidad, independientemente de su condición económica. De lo contrario, concretar ese mejor futuro para la juventud del país será una meta difícil de cumplir.

Publicado en Animal Político.

31-08-2023