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La paradoja del Corredor Económico del centro

De acuerdo con el primer borrador del Plan México el país estará dividido en 12 Corredores Económicos del Bienestar, cada uno con sus propias vocaciones productivas y prioridades. El Plan México plantea que los corredores deben ser articuladores del desarrollo regional. No bastan los esfuerzos aislados, sino que se requiere una lógica territorial compartida, que conecte industrias, fortalezas y decisiones. Tlaxcala, Puebla, Morelos y Guerrero, por ejemplo, forman parte del corredor del centro.

El corredor económico del centro carga con una paradoja: por su ubicación es uno de los más estratégicos del país, pero también uno de los que enfrenta mayores dificultades para avanzar. Los estados que lo conforman tienen una ubicación geoestratégica, infraestructura en expansión y presencia de clústers industriales consolidados, pero muestran importantes rezagos en competitividad estatal y urbana.

La existencia de fortalezas en esta región no se discute. Este corredor tiene una importancia geoestratégica mayúscula por su ubicación en el corazón del país, lo que le permite conectar regiones productivas del norte y del sur, acceder a la Ciudad de México y la posibilidad de aprovechar la salida al Pacífico mediante el puerto de Acapulco. Además, ha habido desarrollo en áreas clave: Tlaxcala avanza en infraestructura hídrica; Acapulco en la reconstrucción de obras públicas dañadas por el huracán Otis y en la modernización del puerto, al mismo tiempo que  Puebla y Morelos tienen parques industriales consolidados.

A pesar de todo lo anterior, la región en su conjunto tiene importantes rezagos. Según el Índice de Competitividad Estatal (ICE) 2025, ninguno de los cuatro estados se ubica en el grupo de alta competitividad. Tlaxcala está en el lugar 17, Puebla en el 24, Morelos en el 27 y Guerrero en el 31. Tampoco las principales zonas urbanas logran destacar, pues, de acuerdo con el Índice de Competitividad Urbana (ICU) 2024, Puebla-Tlaxcala apenas alcanza un nivel medio alto, mientras Cuernavaca y Acapulco se mantienen en la parte baja.

Además, persisten desafíos concretos que limitan las posibilidades de atracción de talento e inversión en esta región. En promedio, el corredor tiene bajo grado de escolaridad (9.22 años), alta informalidad (71% de la población ocupada), altas tasas de homicidio (32.41 por cada 100 mil habitantes) y de robo de vehículos (4.69 por cada mil autos registrados) y una limitada conectividad aérea (81.8 kilogramos por cada mil habitantes). Aunque existen fortalezas —como la baja intensidad energética de la economía (7,436.1 kilowatt-hora por millón de pesos de PIB) o un alto crecimiento de las unidades económicas con más de 50 empleados (7%)— no son suficientes para compensar el rezago.

El corredor no parte de cero. El potencial está ahí, pero requiere más que buenas intenciones, necesita gobernanza regional, planeación estratégica y una colaboración real entre entidades. Sin eso, los esfuerzos seguirán siendo puntuales, desarticulados y de bajo impacto. El riesgo es repetir el error de siempre: apostar a las ciudades grandes y descuidar el resto del territorio, perpetuando el desarrollo desequilibrado en el país.