Artículo

La erosión de las certezas

Hace 13 años, en octubre de 1998, el banco de inversión Merrill Lynch publicó un desplegado en varios periódicos y revistas del planeta. En el anuncio de página completa se leía lo siguiente:

“El mundo tiene 10 años de edad. Nació cuando cayó el muro en 1989. No es una sorpresa que la economía más joven del mundo, la economía global, apenas está forjando su propio camino… Muchos mercados apenas han sido liberados y son gobernados, por primera vez, por las emociones de los individuos y no por el puño del Estado… La expansión del libre mercado y la democracia alrededor del mundo está permitiendo que cada vez más personas transformen sus aspiraciones en logros… Nos parece que para tener diez años de edad, el mundo es una promesa de esperanza. Entretanto, nadie dijo que crecer fuera un proceso fácil”.

Efectivamente, la adolescencia de la economía global no ha sido un proceso sencillo. De hecho, el banco que publicó el anuncio hoy ya no existe. En septiembre de 2008, Merrill Lynch fue comprado por Bank of America y dejó de existir como una entidad financiera independiente. Con 60 mil empleados y cerca de un siglo de existencia, Merrill Lynch se convirtió en un daño colateral del pánico financiero que ha marcado la historia reciente. ¿Cuáles serán las siguientes víctimas de una economía global en fase de pubertad? ¿Grecia, el Euro? Hoy no sabemos lo que pueda ocurrir en el viejo continente, pero los análisis más paranoicos plantean dudas sensatas. En la economía de Estados Unidos, mientras la ideología tenga preeminencia sobre el pragmatismo tampoco se despejará el horizonte. Lo único claro es que nos han tocado vivir tiempos de máxima incertidumbre.

En el ámbito de la geopolítica es una buena época para vender análisis de riesgos. ¿Quién hubiera dicho hace 10 meses que la añeja estabilidad autoritaria en Túnez, Egipto y Libia se desmoronaría ante el descontento popular? Está claro que los dictadores ya no están en su trono, pero no es evidente el perfil de los regímenes que ocuparán el vacío de poder en estos países de África del Norte. Algunos focos rojos se empiezan a encender en la economía china. ¿Qué ocurriría con el control político del Partido Comunista si este gigante asiático deja de crecer al ritmo de una locomotora?

En América Latina también hay dosis de incertidumbre. ¿La economía brasileña seguirá dando motivos para la envidia o empezará a ser motivo de preocupación? ¿Te has imaginado a Cuba sin la monarquía comunista de los hermanos Castro? Debería ser la hora de empezar a hacerlo.

¿Cómo agarra a México esta era marcada por un déficit de certezas? Nuestro país es una paradoja. Tenemos debilidades monumentales como la violencia implacable en varias entidades, pero también tenemos atributos que sería miope ignorar. La estabilidad económica es un ancla invaluable en las épocas de incertidumbre. Estados Unidos y Europa anhelarían enfrentar la próxima década con la posición fiscal que hoy tiene México. Nuestra democracia, a pesar de marginar a los ciudadanos y estar controlada por los partidos, se ha convertido en un imperfecto pero eficiente sistema de resolución conflictos en la lucha por el poder. China, la segunda economía más grande del mundo, pagaría con oro la predecible estabilidad política que brindan las instituciones democráticas. Los ninis -ese enorme desafío social de millones de jóvenes sin empleo ni trabajo- son también el síntoma de una fortaleza: México tiene una de las pirámides demográficas más sólidas del mundo. Ya quisieran Japón o Rusia tener una base de jóvenes como la que tiene nuestro país. En estos países con un alto porcentaje de adultos mayores, los ninis ni tienen su pensión asegurada, ni tienen edad de seguir trabajando. Nuestra posición fiscal, nuestra estabilidad política y la estructura demográfica son tres asideros para enfrentar la erosión de las certezas. Al leer la crónica cotidiana de incertidumbres locales y globales parece que México tiene un diagnóstico más claro de sus debilidades que de sus propias fortalezas.