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La justicia más allá de las fronteras (y de Cassez)

Una mañana de 2006 mi esposa (en ese entonces mi novia) me dio un gran susto. Ella acostumbraba despertarse con las noticias en la radio. Le gustaba espabilarse poco a poco al escucharlas. Ese día, cuando aún estaba en la cama, soltó un gran alarido y comenzó a llorar. La radio anunció que un doctor había sido asesinado con 20 puñaladas en su consultorio, cerca de Millenium Park, en Chicago. Su nombre era David Cornbleet. Había sido el médico de mi esposa por años.

Seguimos la evolución de las investigaciones sobre el asesinato porque mi esposa no podía creer lo que ocurrió. Quería verificar que se hiciera justicia. El asesino confeso fue un paciente, Hans Peterson. En su confesión admitió que su intención era torturar atrozmente a quien fuera su doctor. Como Cornbleet se resistió, tuvo que apuñalarlo. El motivo de Peterson, según él mismo lo relató, fue una prescripción médica para el acné que le causó jaquecas e impotencia años atrás.

A pesar de la confesión, Peterson no ha sido castigado. Ni siquiera juzgado. Poco después del asesinato voló a Saint-Martin, una isla en el Caribe, controlada en parte por Francia. Después de haber matado y huido, solicitó la nacionalidad francesa y la obtuvo —su madre es francesa. Como ciudadano francés, Peterson no puede ser extraditado. El gobierno francés no extradita a sus ciudadanos a países en los que puedan ser castigados con la pena de muerte.

Hace unos días una corte en México negó el amparo y reiteró la sentencia de 60 años a la francesa Florence Cassez por complicidad en varios secuestros. El gobierno francés ha tratado de negociar que Cassez sea repatriada y que cumpla su sentencia en Francia. La negociación ya causó fricciones diplomáticas como la posible cancelación de eventos culturales binacionales y una serie de dimes y diretes entre políticos.

Aunque incomparables, los casos de Peterson y Cassez juntos ilustran tres puntos.

Primero, hay grandes huecos en las leyes cuando se trata de asuntos internacionales. ¿Cómo puede protegerse a quien solicitó la nacionalidad francesa como estrategia para huir de la justicia? ¿Por qué si un preso puede ser trasladado dentro de un país para cumplir su sentencia en otra ciudad, no puede ser trasladado a otro país?

Esos huecos no sólo existen en materia criminal. Como ejemplo están los jóvenes deportados de EU por ser ilegales, a pesar de que fueron sus padres quienes los introdujeron sin papeles. Ellos no decidieron cruzar la frontera o quedarse. Las autoridades les hacen un daño emocional y económico terrible al deportarlos años después.

Segundo, la disparidad en el activismo del gobierno francés en los casos de Peterson y Cassez muestra que necesitamos más reflexión para juzgar conflictos internacionales. Con “reflexión” me refiero a vernos reflejados en un espejo. Mexicanos, franceses o de cualquier nacionalidad, cuando nos vemos reflejados en otra persona nuestra idea de lo que es justo es más compatible. Un amigo me preguntó retóricamente si no era una “chingadera” tener un TLC con EU que permite el tránsito de bienes pero no de personas. Él no es el único mexicano que piensa así. Pero no he escuchado que alguien diga que es una “chingadera” que no haya libre tránsito de personas de Guatemala, Honduras y El Salvador hacia México. Con esos tres países también tenemos un TLC. No creo que sea xenofobia. Creo que todavía no nos hemos visto reflejados en ese espejo.

Tercero, las disputas deben ser jurídicas y no anunciarse como pleitos callejeros entre países. Los responsables de su desenlace son los políticos, legisladores y jueces de los países involucrados. Yo no tengo por qué ofenderme ni molestarme con los ciudadanos franceses. Usted tampoco. Ni mi honor ni el suyo están en juego.

Vivimos en el siglo XXI. Las personas viajan con mucha facilidad y es común que se vayan a vivir a otros países, con otras leyes. Nuestras leyes y las de otros países están diseñadas para un tiempo en que muy pocos viajaban o se mudaban de país. Hoy muchísimos tenemos lazos legales, emocionales y económicos con gente en otros países. Nuestras leyes deben adaptarse. Los legisladores de todos los países tienen mucha tarea por delante. También los jueces y los políticos.

Doctor en Economía de la Universidad de Chicago