En nuestro país, las mujeres dependen de otras mujeres para poder vivir, producir, progresar. Sin estas otras mujeres, las mujeres no podrían ser la columna de su hogar, la columna del crecimiento económico, la columna de la aplicación de la ley.
Columnas que dependen de otras columnas.
Niñas que dependen de madres progresivas que gesten en ellas autoconfianza y determinación para alcanzar sus metas, sorteando el embarazo joven, el abandono escolar, la realidad aplastante. Alumnas que dependen de maestras de ciencias para visualizar que las mujeres pueden trabajar en distintos sectores, desempeñarse exitosamente e incluso destacar.
Mujeres económicamente activas que trabajan en la informalidad y la incertidumbre laboral que dependen de otras -redes de- mujeres para ofrecer los bienes y servicios que producen, en uno de los países con menor tasa de crecimiento de participación laboral femenina en América Latina, a pesar de tener el segundo PIB per cápita más alto de la región (1).
Profesionistas que dependen de jefas seguras que les muestren cómo trabajar con aplomo, responder con elegancia, participar activamente en juntas, escuchar críticas técnicas, ignorar comentarios misóginos, malabareando los retos multifactoriales de la vida.
Madres que dependen de abuelas para cuidar a los niños y así salir a trabajar con la paz que no está dando un sistema de cuidados casi inexistente o un sistema escolar con horarios contradictorios, en un país en el que la brecha de género de la participación laboral es 19.8 puntos más elevada que la misma brecha promedio en países de la OCDE (2).
Madres solteras que, para salir adelante, dependen de otras madres solteras, que entienden los retos y las injusticias que conlleva el rol, o de juezas con perspectiva de género que estén conscientes de las desigualdades legales, logísticas y financieras que enfrentan las mujeres con hijos, en un país en el que 75 por ciento de los hijos de padres separados no recibe pensión alimenticia, según datos oficiales del INEGI.
Mujeres de todas las edades cuya seguridad e incluso vida dependen del dolor y la determinación de las madres de mujeres desaparecidas o víctimas de feminicidio para sacudir a las autoridades, despertarlas de su letargo y sacarlas de su burbuja de excusas.
Adultas mayores que dependen de hijas que las mantengan económicamente en la vejez porque no tuvieron acceso a un trabajo con seguridad social. Hijas que, en el mejor de los casos, dependen de enfermeras, pero generalmente de hermanas o tías para cuidar a sus madres mientras ellas trabajan, en un país en el que las mujeres representan 63 por ciento de los cuidadores familiares de larga duración en edad de trabajar(3), generalmente sin paga.
Mujeres que, para sobrevivir o aspirar a la idea de una vida plena, hemos tenido que construir un sistema logístico que coexiste con el mundo de los hombres, con la burbuja de excusas de las autoridades gubernamentales. Un sistema que de hecho funciona. Funciona porque tenemos la capacidad de dar respuesta, la necesidad, la aspiración, el talento, el derecho y muchas veces el miedo. Funciona porque tenemos los ovarios y también nos ha tocado desarrollar los testículos.
Columnas que forjamos el progreso. Columnas que aguantamos cualquier terremoto. Columnas que ya no aceptamos ser tuberías.
Publicado en Reforma
12-03-2023
(1)López et al. (2021), "Cerrando brechas de género en el mundo del trabajo", Banco Interamericano de Desarrollo.
(2)Ídem.
(3)Stampini et al. (2020), "¿Trabajar menos para cuidar a los padres?",Banco Interamericano de Desarrollo.