Las mujeres quieren trabajar

Cuando una persona está tomando la decisión de buscar o tomar un trabajo, hay una serie de factores adicionales que mejoran o empeoran su opinión sobre el empleo: la flexibilidad que ofrece, las actividades que implica, los horarios en los que se realiza…

Todo eso pesa, y frecuentemente no se trata solo de tener cualquier puesto que pague un salario, sino uno que se pueda ajustar al contexto y las necesidades de cada trabajador o trabajadora potencial. La decisión de participar -o no- en la economía remunerada depende, entonces, de la percepción que la población tiene sobre las condiciones y facilidades que se ofrecen en el mercado laboral y en los puestos de trabajo que existen en él.

Esta toma de decisiones laborales muestra diferencias que dependen de la edad de las personas, de su nivel educativo, incluso de la entidad en la que viven. La diferencia más marcada, sin embargo, es la que existe entre los hombres y las mujeres. En México, 7.6 de cada 10 hombres en edad de trabajar busca o tiene un empleo; en las mujeres de esa misma edad, sólo 4.6 de cada 10 toma la decisión de participar en la economía.

La proporción relativamente baja de mujeres que intenta incorporarse al mercado laboral podría explicarse por temas culturales, que resulten en un interés reducido en las actividades económicas, o del contexto socioeconómico en el que viven. Después de todo, México es un país en el que, por cada hora que un hombre dedica a las tareas domésticas y de cuidados, una mujer dedica 2.5. Dado que 72% de las mujeres mayores de 15 años en el país tiene al menos un hijo o hija, podría ser que su inclinación por trabajar sea mucho menor que la de los hombres ¿Serán las labores del hogar las que reducen su deseo de entrar al mercado laboral?

No es así. Las cifras muestran que hay 4 millones de mujeres en el país que no participan en la economía, pero tienen disponibilidad y, crucialmente, interés en hacerlo. La mayoría de ellas (77%) sí dedica su tiempo a los quehaceres domésticos, pero no reporta una falta de interés en trabajar. Al contrario, les gustaría balancear esas obligaciones con otras actividades laborales. El problema es que no encuentran el cómo.

¿Qué explica este desperdicio de talento en el país? ¿Qué es lo que las desincentiva? Un punto de partida parecería ser la flexibilidad en las ofertas. Flexibilidad que debe ir más allá del trabajo remoto y horarios que permitan balancear diferentes actividades, o incluso facilidades para que las madres trabajadoras tengan acceso a cuidados infantiles en o cerca de la oficina. No es descubrir el hilo negro de las políticas laborales, y el potencial de flexibilizar se reduce en sectores como la construcción o los restaurantes, pero la idea de incorporar a 4 millones de mujeres a la economía -que incrementarían la población ocupada femenina en alrededor de 17%- no es insignificante.

El país no puede permitirse ignorar esta oportunidad, particularmente en un entorno en el que cada vez más empresas tienen dificultad para cubrir vacantes que necesitan. Un estudio de IMCO en colaboración con Coparmex muestra que, de las empresas afiliadas a esa organización, 75% reporta que su principal problema laboral radica en la falta de personal para cubrir diferentes puestos, así como una rotación elevada de personal. Incorporar incluso a una parte de las mujeres no económicamente activas pero interesadas en trabajar se vuelve, entonces, un asunto apremiante para cubrir los puestos que se necesitan.

La responsabilidad no sólo recae en el sector privado. El público también tiene el poder de construir una infraestructura social que facilite la inserción de las mujeres en la economía. La creación de un Sistema Nacional de Cuidados que promueva la corresponsabilidad entre mujeres y hombres en las actividades de cuidado e implemente programas para atender a quienes requieren cuidados es importante, como lo es el mantenimiento (e incremento) de las guarderías afiliadas al IMSS disponibles. Hacer lo necesario para garantizar que las mujeres que quieran trabajar puedan hacerlo no solo tiene implicaciones económicas, sino sociales. Al final, se trata de crear condiciones para que las personas tomen decisiones laborales con mayor libertad. La solución no es inalcanzable. Si la pandemia puso algo en evidencia es que la flexibilización laboral es posible, y adaptar el mercado a las nuevas necesidades de la población es algo que se puede y debe lograr para atraer a las personas y a las mujeres al mercado laboral. Vale la pena intentarlo.

Publicado en Opinión 51.

25-07-2023