
Durante años el presidente López Obrador las consideró benditas. Sin embargo, pocas cosas más significativas de la falta de oportunidades que ser una economía profundamente receptora de remesas. A nivel global, India es el primer país receptor. México, el segundo.
Hasta hace unos meses, los dólares enviados desde Estados Unidos a México batían récord tras récord sirviendo además como alivio para muchas familias y como orgullo nacional cuando del discurso presidencial se trataba. Eran y siguen siendo la prueba de que los mexicanos en el exterior no se olvidan de los suyos, pero también de que la necesidad en las familias que los migrantes dejaron en el país siguen necesitando esos recursos. Esa historia está cambiando.
En septiembre, las remesas sumaron 5 mil 214 millones de dólares, cifra que hasta hace solo unos pocos años hubiera llamado la atención por su magnitud. Sin embargo, este monto representa una caída de 2.7% respecto al mismo mes de 2024 y de 6.5% respecto a agosto. Las caídas pueden parecer menores, pero se acumulan a seis meses seguidos de retrocesos.
El envío promedio fue de 396 dólares, apenas 2.1% más que hace un año, pero se realizaron 13.2 millones de operaciones, 4.7% menos. Las cifras desestacionalizadas muestran un retroceso mensual de 1.7%. Cuando el monto se ajusta por inflación y por tipo de cambio —uno de los resultados de un peso fuerte— la historia se agrava: las remesas reales cayeron 11.6% anual en pesos, acumulando cuatro meses seguidos de bajas. En otras palabras: las familias que viven de esos envíos están recibiendo menos pesos y con menor poder de compra.
La contracción no es homogénea, pero sí extendida. Conforme a un análisis de Banamex, en el tercer trimestre de 2025, 24 estados del país reportaron descensos en el flujo de remesas. A nivel nacional, la baja fue de 5.3% anual, y las entidades más golpeadas fueron el Estado de México (-24.6%), la Ciudad de México (-20.3%) y Sonora (-17.1%). Regiones que antes se beneficiaban de estos ingresos hoy enfrentan un vacío que el mercado laboral interno difícilmente llenará.
Entre enero y septiembre, el monto acumulado fue de 45,681 millones de dólares, 5.5% menos que en el mismo periodo de 2024. Es la primera contracción desde 2013. Hace apenas un año, el país celebraba un aumento de 2.7% en ese lapso; hoy, la tendencia se invierte.
Las causas son externas. La economía estadounidense pierde fuerza, la creación de empleos se desacelera y las políticas migratorias se endurecen. Cuando hay menos trabajo o salarios más bajos en Estados Unidos, el efecto se siente de inmediato en México. Cuando los migrantes tienen miedo de ser detenidos o su información revelada al hacer las transacciones, el flujo de dólares se detiene. Además, mientras el tipo de cambio se mantenga relativamente fuerte, los dólares se convertirán en menos pesos.
Por años, el crecimiento sólido de las remesas ha permitido mantener el consumo en amplias zonas del país. Su caída empezará a mostrar las carencias estructurales de un mercado laboral débil, sin mejoras reales en productividad.
Banamex estima que las remesas seguirán mostrando atonía el resto del año, y proyecta una caída de 5.3% para todo 2025, después del aumento de 2.3% de 2024. En otras palabras, ese otro motor del ingreso de muchos municipios del país se está enfriando.
Las remesas se convirtieron en un salvavidas para millones de familias, pero también en un espejo de nuestras carencias. Su caída no es solo un dato económico: es un aviso.
@ValeriaMoy
Publicado en El Universal
04-11-2025