Cuando pensamos en lo que aprenden los niños, niñas y adolescentes en la escuela es común pensar en destrezas vinculadas con el rendimiento académico como la lectoescritura, el pensamiento crítico o el razonamiento lógico-matemático. Áreas que a la larga se relacionan con competencias necesarias para realizar ciertas labores especializadas.
Sin embargo, hay un grupo de habilidades que, aunque a veces pasan desapercibidas, pueden ser determinantes para el desarrollo y el aprendizaje de los estudiantes: las habilidades socioemocionales. Estas se definen como la capacidad de una persona para relacionarse consigo misma y con otras personas de forma efectiva y saludable. Están relacionadas con las capacidades blandas que cada vez demanda más el mercado laboral. Ejemplos de este tipo de habilidades son la autorregulación, la resiliencia, la comunicación asertiva, el liderazgo y la integridad, entre otras.
Estas habilidades se trabajan en casa desde los primeros años de vida y hay personas a las que se les facilitan más que a otras desde el nacimiento. No obstante, la escuela, en donde las y los niños pasan casi un tercio de su día, es un contexto ideal para conocerlas mejor y practicarlas. La pregunta es ¿esto está contemplado en el plan de estudios?
Según un documento reciente del IMCO, Trascender el A-B-C y el 1-2-3: Habilidades socioemocionales para los líderes del futuro, hoy en día los alumnos de preescolar a bachillerato llevan una materia para conocer más sobre los aprendizajes socioemocionales y, en principio, estos se practican en el resto de las materias a través de proyectos y diferentes actividades. Sin embargo, esto está en riesgo pues el plan de estudios que la Secretaría de Educación Pública (SEP) quiere implementar a partir de agosto de 2023 no define cómo se deberá fomentar este tipo de aprendizajes.
Tampoco se ha visto un esfuerzo de parte de la SEP para capacitar a los docentes y directivos de las escuelas en el manejo de emociones y relaciones interpersonales, con el fin de lograr que la enseñanza socioemocional se implemente de una forma más exitosa. Esta necesidad se ha vuelto incluso más importante tras la pandemia, puesto que los estudiantes no acudieron a las aulas por casi dos años. Lo que dejó, al menos según las estadísticas del INEGI, a 30% de estudiantes de primaria y secundaria estresados durante el ciclo escolar pasado, 20% desesperados por los trabajos académicos, 12% tristes o deprimidos y 5% con problemas para relacionarse con otras personas de su edad.
Las niñas, niños y adolescentes son el futuro de México. Si queremos que su mente esté más saludable, que tomen mejores decisiones a nivel personal y que aprendan más, es necesario invertir en el desarrollo de las habilidades socioemocionales de forma integral.
Por un análisis del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) de los programas prioritarios de esta administración, se puede observar que la atención a las afectaciones socioemocionales se ha concentrado en el sector salud, sobre todo en la adolescencia y con un enfoque de prevención de adicciones. Sin embargo, falta integrar acciones desde el sector educativo y en edades más tempranas para preparar mejor a nuestras juventudes. Esto implica priorizar este tipo de aprendizajes en el plan de estudios, evaluar periódicamente a los estudiantes en estos ámbitos para monitorear cambios y ofrecer las herramientas necesarias para que las comunidades educativas (docentes, directivos y padres de familia) puedan enfrentar el reto que hoy tienen en sus manos.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de l autoria y no representan la postura institucional.
Publicado en Expansión.
27-02-2023