Este martes 29 de octubre, Pemex reportó una pérdida de 430,000 millones de pesos en los primeros nueve meses del año –que equivale casi al costo de la refinería de Dos Bocas o el programa de pensiones del bienestar para personas adultas mayores en este año–. Tan sólo en el tercer trimestre del año, las pérdidas fueron de más de 161,000 millones de pesos.
Hay que dejar claro que Pemex está siempre sometida a la inestabilidad del precio del petróleo crudo y los combustibles, y también a las variaciones en el tipo de cambio, ambas cuestiones juegan a veces a favor y a veces en contra de la empresa. En los últimos meses jugaron en contra. Pero eso no es un riesgo nuevo ni exclusivo de Pemex. Como cualquier petrolera, es una empresa en un negocio global de alto riesgo y se endeuda principalmente en dólares.
Con lo anterior, se necesitan algunos números importantes para dar cuenta de la situación de la empresa, sobre todo en el segmento de la refinación, que reportó pérdidas por casi 483,000 millones de pesos. De ellos, un poco menos de la mitad fueron pérdidas cambiarias, pero las pérdidas operativas –las que contemplan los costos de producción, distribución y administración– ascendieron a 217,000 millones de pesos.
Una de las cosas que cambiaron y empeoraron la situación operativa del segmento de la refinación fueron los barriles de petróleo procesado en las refinerías. Entre los primeros nueve meses de 2023 y los de este año aumentó 16.4%. Como en promedio el costo de producción es mayor al precio de venta (sobre todo porque se produce mucho combustóleo, pero también porque los costos de Pemex en el segmento son altos en general), aumentar la refinación implica perder más dinero.
La situación no es grave porque Pemex tenga un año malo. Es un problema que viene de mucho tiempo atrás y que ninguna administración en los últimos veinte años (tal vez podríamos decir cuarenta o cincuenta con la misma razón) ha resuelto. Diferentes problemas en diferentes tiempos han aquejado a Pemex: líos operativos, accidentes, envejecimiento de activos, declinamiento de yacimientos clave, exceso de personal, pasivo laboral y deuda mal administrados, régimen fiscal demasiado extractivo, y la lista puede continuar.
Sin embargo, el estado en que Pemex se halla es de crucial importancia en este momento, primero porque venimos de un esquema en el que el gobierno federal le hizo aportaciones de capital y apoyos fiscales que casi alcanzaban para liquidar su deuda, pero la deuda no disminuyó sustancialmente. En septiembre de 2019 era de 99,000 millones de dólares y ahora es de 97,000 millones de dólares.
En cambio, lo que sí empeoró fue el perfil de la deuda, pues ahora Pemex debe pagar o refinanciar casi 360,000 millones de pesos de deuda que vence en menos de un año, lo cual es el doble que en septiembre de 2019. Además, la petrolera estatal debe pagarle 402,000 millones de pesos a proveedores y contratistas en menos de un año, o renegociar. Todo esto simplemente significa más presión para Pemex y en última instancia para el Estado mexicano y la administración pública federal que está arrancando.
Viene pronto, a más tardar el 15 de noviembre, el primer paquete económico, con el primer presupuesto de la administración 2024-2030. La estrategia que se siguió en los últimos años para Pemex no sólo no funcionó, sino que dejó una inercia y más cargas pesadas a la empresa y al gobierno. Con la reforma constitucional recién aprobada se abren oportunidades para andar por un mejor camino para una petrolera que, queramos o no, sigue siendo importantísima para México. Ojalá que el doctor Víctor Rodríguez Padilla y su equipo tengan éxito con el paquete tan delicado que le encargaron.
Publicado en El Economista
30-10-2024