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Peña contra Salinas

El debate sobre la reforma energética representa el mayor desafío en la historia de la joven democracia mexicana. La civilidad de los actores políticos y la entereza de nuestras instituciones estarán bajo una dura prueba de resistencia. En su versión ejemplar, la democracia permite construir acuerdos, pero también sobrellevar las desavenencias sin odio y violencia. El consenso uniforme y absoluto es un rasgo exclusivo de los regímenes autoritarios. En una democracia, las mayorías ganan sin avasallar y las minorías pierden sin ceder su derecho a ser escuchadas.En la vida y en la política hay muchas formas de decir que "no". Se puede picarle los ojos del adversario y recordarle el 10 de mayo o simplemente asentar la negativa con un monosílabo. En la democracia mexicana se puede tomar la tribuna del Congreso o meter caballos a San Lázaro para decir que no. Todavía falta ver si las minorías de izquierda pueden digerir con elegante frustración el veredicto adverso de la aritmética legislativa.El tema del petróleo genera más emociones que argumentos, por lo cual resulta complicado construir un suelo común para la discusión. Algunos opositores a la reforma han envenenado el debate al etiquetar de vendepatrias a cualquier mexicano que vea con buenos ojos la apertura a la inversión y la competencia en el sector energético. Quienes estamos a favor de la reforma, también tenemos que reconocer que hay dudas legítimas y suspicacias entendibles entre quienes miran el mundo distinto a nosotros.Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se llevó a cabo un dinámico proceso de reforma económica. En la memoria de millones de mexicanos el saldo de ese sexenio fue la debacle financiera de 1994-95. Además de la inflación y el desempleo que dejó aquella crisis, el apellido Salinas de Gortari se convirtió en un sinónimo de la corrupción del sistema político mexicano. La referencia a este ex Presidente se ha transformado en el mayor obstáculo para emprender cualquier reforma estructural de gran calado. Cuando Margaret Thatcher impulsó el proceso de privatización en Inglaterra se enfocó en crear una "sociedad de propietarios", al vender acciones de las antiguas empresas estatales entre la clase media británica. En cambio, Salinas concibió la privatización como la arquitectura de mercados monopólicos concentrados en muy pocas manos.El gran mérito de aquel sexenio fue conformar un gabinete con algunos de los mexicanos más brillantes en la historia de nuestro servicio público. Sin embargo, Carlos Salinas de Gortari le dio un mal nombre a cualquier empeño posterior por modernizar la economía nacional. Durante el sexenio de Carlos Salinas, Elba Esther Gordillo se encumbró como líder del SNTE. En esos mismos años, Carlos Romero Deschamps tomó las riendas del sultanato de Pemex. En ese periodo también se concibió y preservó el modelo de Luz y Fuerza del Centro, la empresa que fue liquidada en la segunda mitad del gobierno de Felipe Calderón.Salinas de Gortari también le dio oxígeno y primeros auxilios a la carrera política de Manuel Bartlett, uno de los opositores más vacuos y sonoros a la reforma energética. Hace unos días, el hoy senador del PT citó en el noticiero de Carmen Aristegui, el libro Cómo mentir con estadísticas. La referencia bibliográfica no tiene desperdicio curricular. En 1988, con Salinas como candidato, Manuel Bartlett fue el encargado de organizar la elección presidencial más opaca y desaseada de la historia de México. Algo sabrá el senador del PT de cómo mentir con datos y porcentajes.Fomentar la competencia en telecomunicaciones, el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, la reforma educativa y la transformación al sector energético son los aspectos más relevantes de la agenda de cambios del gobierno actual. El éxito de la Presidencia de Enrique Peña Nieto consistirá en desmontar el legado monopólico, corporativo y corrupto que nos dejó Carlos Salinas de Gortari.