Opinión

Permisos para la igualdad

FOTO: VICTORIA VALTIERRA/CUARTOSCURO.COM

Hace poco le pregunté a mi papá cuántos días laborales se tomó cuando nací y cómo había sido ausentarse de su oficina. Me dijo que no fue un proceso complicado, que en mi caso como en el de mis hermanas, siempre tuvo un jefe que sin problema le dio permiso. En cuanto al tiempo, no recordaba con exactitud, pero lo más seguro es que hubiera sido medio día o, a lo mucho, uno completo. En ese entonces, esa era la norma.

¿Qué ha cambiado en los últimos 28 años? Mucho y nada al mismo tiempo. El principal avance es que ya existen los permisos de paternidad. Llegaron tarde, pero llegaron. En México se implementaron a finales de 2012, 42 años después de las licencias de maternidad, las cuales existen desde que se promulgó la Ley Federal del Trabajo en 1970. Los padres ya no quedan a expensas de un jefe o jefa que les permita estar presentes en el nacimiento de sus hijas o hijos.

Además, hoy hay más mujeres que participan en el mercado laboral mexicano. De acuerdo con el Banco Mundial, la proporción de mujeres en la fuerza laboral aumentó de 38% a 45% entre 1994 y 2022. Este cambio estructural no se refleja en la legislación, ya que las condiciones de los permisos y las licencias no responden a la realidad de la economía actual.

A medida que avanza la inserción de las mujeres al mercado laboral, es insostenible la desigualdad entre los permisos de paternidad (5 días) y las licencias de maternidad (84 días). Igualar el tiempo, además de permitir a los padres tener un rol más activo en los cuidados, tiene el potencial de construir un piso parejo para hombres y mujeres en el mercado laboral. Equiparar los incentivos para madres y padres contribuirían a sumar a más mujeres a la economía remunerada.

De esto se habla poco, pero con ello se minimizaría el sesgo de género –consciente o inconsciente– desde el momento de la contratación e incluso de una promoción. Al saber que las mujeres se ausentarán cuando sean madres en la misma proporción que los padres, los centros de trabajo pueden concentrarse en atraer y retener el mejor talento sin importar el género. Esto beneficiaría a todas las mujeres –quieran ser madres o no–, porque con frecuencia se da por hecho que todas las mujeres lo serán y, por ende, pausarán su carrera en algún momento.

Aunque es común usar de manera indistinta los términos licencia y permiso, no son lo mismo. Además de la duración, hay dos disparidades que hacen falta visibilizar. Primero, las licencias son obligatorias pero los permisos no. Segundo, aunque en ambos casos se otorgan los días de ausencia con goce de sueldo, la gran diferencia recae en quien los financía. Las licencias de maternidad las cubre la seguridad social, mientras que los permisos corren únicamente a cargo del centro de trabajo.

En otras palabras, la licencia de maternidad es un derecho laboral de las mujeres y el permiso de paternidad es una obligación del empleador.

Aún faltan muchos paradigmas por romper. No sirve de nada extender los permisos si los padres no los van a aprovechar. A nivel anecdótico, es común escuchar que se sienten juzgados, culpables, o desobligados por hacer uso de estos días. Inclusive, temen perder el trabajo. Sentimientos que han resonado por décadas entre las madres que gradualmente se incorporaron al mercado laboral.

En lo que estos estereotipos de género desaparecen, creemos permisos para la igualdad. Permisos de paternidad que tengan la misma extensión que las licencias de maternidad  –para ello debe cambiar su esquema de financiamiento–, además de garantizar que sean obligatorios e intransferibles. El mercado laboral ya no es el mismo, y la legislación debe cambiar si queremos construir nuevas realidades en el hogar y en el trabajo.

Publicado en Opinión 51.

29-06-2023