Dicen que es de sabios cambiar de opinión, pero hay quienes prefieren no hacerlo... o traen una agenda oculta.
Tras recuperarse de covid, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo el miércoles pasado que la enfermedad le sirvió para reafirmar sus convicciones. Ni el miedo que pudo haber sentido al dar positivo, ni el malestar lo movieron un milímetro de la estrategia que ha elegido para combatir la pandemia con resultados devastadores.
El presidente no sabía si se iba a curar, pero sí sabía que tendría a su disposición la mejor atención médica posible. Nada más alejado de lo que vive el pueblo. Cada vez oímos historias más cercanas sobre el horror de peregrinar buscando atención médica o sobre la búsqueda de tanques de oxígeno, hasta en el mercado negro, con tal de no ver morir a un familiar asfixiado.
A pesar de ello, el presidente se jacta de que su estrategia sanitaria se basa en la libertad. “En México no hay autoritarismos, está prohibido prohibir, todo es voluntario” dijo la semana pasada. No obstante, me parece que el presidente tiene una visión de libertad muy limitada. Para muestra, tres ejemplos.
El primero es la inexplicable aversión por el cubrebocas. Existe evidencia de que es la medida más barata y efectiva para evitar contagios. Con él, se protege a quien lo usa y a las personas a su alrededor, lo que puede ser trascendental en casos asintomáticos. Sin embargo, al presidente se le olvidó que la libertad de una persona termina donde empieza la de los demás, lo que justificaría un mandato obligatorio para su uso. Más, cuando la economía de la mayoría depende de salir a trabajar.
El segundo ejemplo son los programas sociales. Si bien estos permiten que los beneficiarios obtengan un ingreso aunque sea modesto, no son equiparables con un estado de bienestar. Según la evaluación más reciente de Coneval no previenen, mitigan, ni atienden riesgos que enfrentan poblaciones vulnerables en diferentes etapas de la vida. La falta de inversión pública en salud o educación de calidad condena a los pobres a no tener un futuro mejor. ¿Dónde quedó su libertad?
El tercer ejemplo son las mujeres. Hace unos días, Cepal afirmó que el covid borró 10 años de participación laboral femenina en América Latina. En un país como México, sin clases presenciales, sin un sistema de cuidados universal y con la mayoría de trabajadoras concentradas en los sectores más afectados se entiende por qué ellas han sufrido impactos desproporcionados. Y no hay una estrategia que pretenda revertir esta tendencia. ¿Cómo van a recuperar estas mujeres su libertad económica?
Es cierto, hay muchos países que restringieron libertades para domar la pandemia, como lo delineó The Economist en el Índice de Democracia 2020. Los resultados para México en este índice muestran una caída sostenida desde 2013. Sin embargo, en este último año las libertades no se han sacrificado para priorizar la salud de la población. Las estadísticas, aunque irrelevantes para el Dr. Hugo López-Gatell, lo confirman.
Así que yo me pregunto ¿realmente en México lo más importante es la libertad? Pareciera más bien que la prioridad del presidente es acumular el poder que le garantice libertad para ejecutar sus convicciones, a pesar de que eso tenga costos irreparables para el país y su gente.
Publicado por Expansión
15-02-2021