EL dinero de los otros
El pintor Eugenio Delacroix utilizó a una mujer con los pechos descubiertos para retratar la libertad, en una de las imágenes clásicas de la Revolución Francesa. Con ese antecedente iconográfico, el IFE escogió a una exconejita de Playboy como representación femenina de la democracia mexicana. La dama del vestido blanco ha sido motivo de controversias y parodias, pero también es síntoma de uno de los desafíos más importantes que tiene nuestro país: el manejo de los recursos públicos. Cuando se administra el dinero ajeno, siempre existe el riesgo de relajar los controles de costo. Si los fondos no salen del bolsillo propio, es más fuerte la tentación de tirar la casa por la ventana. El gobierno, los poderes del Estado y los organismos autónomos son instituciones que precisamente sobreviven gracias a la subvención colectiva. El debate presidencial fue un programa de televisión en estudio, de dos horas de duración, con un costo de producción superior a los 4 millones de pesos. La única manera de explicar el tamaño de la factura es una displicencia estructural en la contratación de los distintos servicios que conforman la producción. El maquillaje costó 50 mil pesos y una modelo de Playboy cumplió con la responsabilidad de pasar cuatro papelitos a los candidatos. El costo del debate puede ser trivial si se consideran las cifras monumentales que manejan los presupuestos oficiales. El problema es que esta forma de usar el dinero público es un uso y costumbre del servicio público en los tres niveles de gobierno.
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