Opinión

Todos somos informales

FOTO: IVÁN STEPHENS/CUARTOSCURO.COM

Durante esta edición de la FIL de Guadalajara, la revista Nexos organizó un foro para discutir el ensayo que publicaron hace unos meses Luis Felipe López Calva y Santiago Levy analizando las estrategias de desarrollo económico seguidas en los últimos años y sus fracasos y éxitos. En los tres paneles se habló de formalidad y de informalidad, de las causas del bajo crecimiento y se discutió, sin llegar a ninguna conclusión, si el bajo crecimiento es la causa de los malos empleos o si son estos últimos los que ocasionan el mediocre desempeño económico del país.

Algunas posturas se centraron más en el eje político de la discusión, lo que, lamentablemente no contribuye a tener una discusión más productiva del argumento de Levy y López-Calva en ¿Qué falló? ¿Qué sigue? Si bien la dualidad en el mercado laboral es clara y representa quizás uno de los problemas más serios de arquitectura institucional en México, parece que hemos dividido a los trabajadores en dos grandes conjuntos, el grupo más amplio formado por quienes se emplean de manera informal y un conjunto más chico formado por los trabajadores formales.

Esta división sencilla permite simplificar una realidad mucho más compleja que no es posible captar con algunas observaciones de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Las personas nos movemos a lo largo de esas definiciones estadísticas para acomodarnos al mercado laboral que más se ajuste a nuestras circunstancias del momento particular de la vida que cada uno esté viviendo. En muchas ocasiones fluctuamos de la formalidad a la informalidad o combinamos ambos mundos porque no tenemos claridad de en qué cajón se nos colocará estadísticamente y si lo sabemos, no es relevante. Lo que nos importa es tener un empleo que embone con las necesidades que tenemos en diferentes momentos de nuestras vidas.

Es raro encontrar trabajadores que durante toda su vida laboral hayan sido únicamente trabajadores formales. Me atrevería a pensar que es más fácil encontrar trabajadores que solo han laborado en la informalidad. Lo que muestran López-Calva y Levy es que el trabajador promedio ha estado ocupado en la formalidad solo 46% de su tiempo laboral, menos de la mitad, mientras que una mayor permanencia en la formalidad está asociada con mayores salarios. Es decir, todos somos informales en mayor o menor medida.

Ayer se publicaron las cifras de empleo correspondientes al tercer trimestre de este año. En total, hay 59.2 millones de personas ocupadas en el país, de las cuales 32.6 millones lo hacen de manera informal. Quizás usted sea uno de esos 32.6 millones, o acabe de dejar de serlo, o tenga una fuente de ingreso informal adicional para compensar el empleo formal que tiene, pero que le paga poco, quizás le pagan “por fuera” o le dan esas compensaciones extraordinarias en efectivo, pero lo mantienen cotizando con salario base significativamente menor.

Pero que no nos sorprenda. Ese es el mercado laboral que nosotros mismos hemos diseñado. Con sus pros y sus contras; con sus aciertos y sus errores. No nos puede sorprender tener un país mayoritariamente informal si desde la legislación laboral y nuestros esquemas de seguridad social lo incentivamos.

¿Hay salida? Sí, pero la solución no es sencilla. Habría que migrar a un sistema de seguridad social desvinculado del mercado laboral. ¿Alguna candidata que se anime?

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en El Universal.

28-11-2023