Esta semana, el IMCO presentó su investigación de Política Industrial para un Nuevo Sexenio, en el que hace propuestas encaminadas a modernizar y fortalecer la industria de México en el marco de la nueva administración. Estas se basan en evidencia sobre la situación del país y buscan incrementar la competitividad de la industria manufacturera para atender retos que han afectado al país durante décadas.
Un desafío se hace evidente al analizar el desempeño de las manufacturas, particularmente las de exportación. Aunque la política de apertura comercial que se implementó desde los años 80 fue sumamente exitosa en incrementar la cantidad de exportaciones hechas en el país, no tuvo el mismo éxito a la hora de buscar que los productores nacionales agreguen más bienes y valor a la producción de esas exportaciones.
Eso no fue una casualidad, sino un resultado lógico de haber promovido la integración a las cadenas productivas globales, sin al mismo tiempo implementar una política industrial concentrada en fortalecer a las empresas mexicanas para que pudieran sumarse. Como consecuencia, la producción de exportaciones en México depende principalmente de insumos importados desde otros países.
La necesidad de una política industrial es clara.
Aunque tradicionalmente se había concentrado principalmente en elegir unos cuantos sectores prioritarios y otorgar estímulos para estimular el crecimiento de sus empresas (como los subsidios, los incentivos fiscales y el apoyo a la investigación), hoy la política industrial es algo considerablemente diferente.
Ha evolucionado alrededor del mundo para incluir cosas que antes no se consideraban prioritarias. Los cambios geopolíticos, las crisis sanitarias y económicas y los temas de discusión pública se han traducido en la inclusión de ideas como la sostenibilidad, la reducción de brechas y el desarrollo del talento. En ciertos países, la política industrial hoy se centra sobre un eje rector: el enfoque humano y los beneficios para las personas.
El proyecto del IMCO se basa precisamente en esos elementos, e incluye propuestas para desarrollar las habilidades de la población ante las nuevas tecnologías, para crear una industria más sostenible y con mejor uso de los recursos, y para fomentar la colaboración entre estados para que las inversiones se distribuyan en las regiones del país, entre otras.
El momento es propicio para presentarlas. La entrada de una nueva administración es una oportunidad para reevaluar lo que se ha hecho en el pasado y volver a trazar el mapa que se quiere seguir. En teoría, debería ser un momento para escuchar preocupaciones y prioridades de aquellos a quienes fue elegida para representar. Ese grupo incluye principalmente a los ciudadanos, sí, pero también al sector privado, el académico y la sociedad civil. Todos ellos son partes importantes cuyas ideas son valiosas a la hora de hacer un plan de acción para el nuevo sexenio.
Sin embargo, las señales enviadas en días recientes dan un indicio de la apertura actual -o falta de ella- ante propuestas e ideas que vienen de personas y organizaciones ajenas al partido en el poder.
El trabajo de analizar las necesidades del país, de su industria, se seguirá haciendo. Las propuestas para alcanzar un crecimiento económico que se traduzca en un cierre de brechas, en mejores resultados para los proveedores nacionales y las empresas del país se seguirán presentando. Las ideas están y estarán ahí, ahora lo que falta es la voluntad del gobierno para tomarlas en cuenta, discutirlas y, en conjunto, implementarlas.
Publicado en Animal Político
12-09-2024