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La discriminación en la era Trump: ¿Por qué el racismo daña a las economías?

Ana Laura Martínez

En 1957 el famoso economista Gary Becker publicó su trabajo doctoral en torno a un tema poco común para dicho gremio: la discriminación racial. Antes de la publicación de La economía de la discriminación (Becker, 1972), la mayoría de los economistas simplemente no consideraba la discriminación racial como un tema económico.

Becker presentó una metodología novedosa en la que utilizó tres características del mercado para identificar los efectos del racismo: (1) un individuo maximizador de utilidades con preferencias definidas, (2) una transacción de mercado, y (3) el concepto de equilibrio. Con ello logró demostrar que la discriminación de ciertos grupos raciales puede existir aún en mercados que se encuentren en equilibrio y que puede tener un efecto negativo en el bienestar económico de las minorías e impactar la competitividad del mercado. Hoy, 60 años después de la publicación de dicho trabajo, las políticas de Donald Trump nos obligan a revisar la teoría de Becker —y algunos otros economistas1— para comprender el posible impacto de las ideas discriminatorias en las economías del mundo.

¿Qué es la discriminación para los economistas? Siguiendo a Arrow (1973), diremos que existe discriminación cuando las características personales de un individuo afectan el costo y/o su probabilidad de completar una transacción de mercado. Por ejemplo, cuando se le niega un trabajo a un individuo de origen latino o un crédito hipotecario a un afroamericano en cierta zona residencial, estamos viendo los efectos de la discriminación en los mercados.

La discriminación es un fenómeno complejo. Incluso cuando nos enfocamos sólo en sus efectos económicos, encontramos que existen diferentes niveles y tipos de discriminación que a su vez tienen distintos orígenes. La Tabla presenta una tipología de la discriminación con el objetivo de facilitar nuestra comprensión de sus efectos económicos.

De acuerdo con dicha tipología, las políticas públicas encaminadas a combatir la discriminación deben diseñarse en función del origen de la misma. Por ejemplo: la respuesta del Gobierno a discriminación basada en preferencias o prejuicios (comúnmente llamada racismo) debe ser muy distinta a la respuesta cuando la discriminación se debe a la falta de información o a la mala calidad de ésta en torno a las características de cierto grupo poblacional, como nos sugiere el concepto de discriminación estadística de Phelps (1972).

Dado que tanto las preferencias como los prejuicios y la falta de información pueden generar discriminación, resulta fácil comprender el porqué del resurgimiento de la misma en la era de la posverdad trumpiana. En los Estados Unidos de hoy, tanto los prejuicios como la falta de información han hecho de la discriminación una potencial amenaza al desempeño de la economía. De acuerdo con el modelo de Becker (1972), la discriminación suele generar grandes diferencias en los salarios de las mayorías vis a vis las minorías, afectando el bienestar y la riqueza de dichos grupos. Por otro lado, la discriminación puede causar segregación de mercados, es decir, la tendencia de los distintos grupos a realizar transacciones sólo entre ellos mismos. Ambos fenómenos pudiendo resultar dañinos para los mercados, al asignar mayor importancia a variables como quién es el productor o vendedor de un producto que a la eficiencia y competitividad del mismo.

La discriminación en México: El elefante en el cuarto

Finalmente resulta hipócrita hablar de nuestro vecino del norte sin mirar la paja —de la discriminación— en nuestro propio ojo. Al respecto, un estudio reciente escrito por Guillermo Trejo y Melina Altamirano (2016) encuentra que “controlando por clase, etnia y otros indicadores socioeconómicos, la raza y el tono de piel tienen un efecto sistemático en la riqueza material e incluso en el acceso a los bienes y servicios públicos de los mexicanos”. En específico, dichos autores encuentran que 54% de los mexicanos ha presenciado actos de discriminación basados en la apariencia, 58.3% basados en el lenguaje y 64.7% en el estatus económico (ver la Gráfica).

Más aún, la probabilidad de tener estudios universitarios es 68% mayor para individuos de piel blanca, mientras que los individuos con tez morena tienen 25.2% menor probabilidad de ser profesionistas (Viallareal, 2010). Finalmente, un experimento realizado por investigadores del CIDE y el Colmex (Arceo y Campos, 2014) encuentra que las personas con tez oscura y/o rasgos indígenas deben enviar su currículo (cuando éste incluye fotografía) 18% veces más que aquellos de tez clara para recibir el mismo número de llamadas.

Sin duda, “la discriminación en base a la raza y el color de piel es un gigante ‘elefante en el cuarto’ de la sociedad mexicana –el incómodo, ancestral animal que nadie quiere reconocer pero que condiciona todas las interacciones sociales” (Trejo y Altamirano, p. 12).

Desde mi punto de vista, la evasión al tema desde la esfera pública y privada tiene que ver con que gran parte de la discriminación en México es del tipo estructural (Dimsky, 2006) (ver la Tabla).

Es decir, existe una correlación tan fuerte entre estatus socioeconómico y color de piel que nos hemos acostumbrado históricamente a las disparidades y los bajísimos efectos en la movilidad social de la educación y los programas sociales encaminados a mejorar las oportunidades de vida de los ciudadanos desfavorecidos. Sin embargo, siguiendo la teoría de justicia de Rawls (1971), el éxito de una persona debe ser proporcional a su esfuerzo. Mientras que otra variable distinta, ya sea el color de piel, el lugar de nacimiento o la profesión de los padres, sea el principal determinante del éxito o fracaso de una persona, la justicia distributiva no existe y el Estado está fallando en una de sus misiones principales: generar condiciones de igualdad entre todos los habitantes del país.

En conclusión, debemos reconocer que tanto en México como en Estados Unidos y el resto del mundo, la discriminación racial limita las oportunidades de crecimiento económico. Obstaculiza el desarrollo de mercados competitivos y meritocráticos, base de la construcción de sociedades justas y de la realización de las libertades tanto individuales como colectivas (Trejo y Altamirano, 2016).

Las ideas de Trump son, en este sentido, un obstáculo al desempeño de los mercados al imponer costos a las empresas y dificultar la distribución de los bienes producto del comercio internacional. Si bien sus políticas pudieran resultar estimulantes para la economía en el corto plazo —por ejemplo, la reducción de impuestos o una regulación más laxa a Wall Street—, tenderán a beneficiar tan sólo a los grupos más ricos de la población, lo cual, aunado a una peor situación económica de las minorías, puede dañar el consumo en el mediano y largo plazo.

El racismo no sólo es moralmente deplorable, viola las libertades y las garantías individuales y atenta contra la cohesión social, sino que, además, daña el desempeño de los mercados en detrimento del crecimiento económico. Paradójicamente la razón detrás del “nuevo” viraje proteccionista y racista del gobierno de Donald Trump.2  

Bibliografía

Altamirano, Melina y Guillermo Trejo, “The Mexican Color Hierarchy: How Race and Skin Tone Still Define Life Chances 200 Years After Independence”, American Political Science Association, octubre de 2016.

Arceo-Gómez, Eva, y R. Campos-Vázquez, “Race and Marriage in the Labor Market: A Discrimination Correspondence Study in a Developing Country”, American Economic Review: Papers & Proceedings, vol. 104, núm. 5, 2014, pp. 376-380.

Arrow, Kenneth, “The Theory of Discrimination”, Universidad de Princeton-Woodrow Wilson School, 1971.

Becker, Gary, The Economics of Discrimination, 2a. ed., The University of Chicago Press, Chicago-Londres, 1971.

Dymski, Gary, “Discrimination in the Credit and Housing Markets: Findings and Challenges”, en Willliam M. Rodgers, Handbook on the Economics of Discrimination, Edward Elgar Publishing Limited, Northampton, Mass, 2006, pp. 215-251.

Marsden, Madeline, “Board Issues Fair Lending Policy Statement”, Financial Update, Banco de la Reserva Federal de Atlanta, núm. de enero, 1994, pp. 1-3.

Phelps, Edmund, “The Statistical Theory of Racism and Sexism”, The American Economic Review, vol. 62, núm. 4, septiembre de 1972, pp 659-661.

Rawls, John, A Theory of Justice, Harvard University Press, Cambridge-Londres, 1971.

Villarreal, Andrés, “Stratification by Skin Color in Mexico”, American Sociological Review, vol. 75, núm. 5, 2010, pp. 652-678.

1 Arrow, 1973; Phelps, 1972, y Dimsky, 2006.

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Publicado por Este País
01-03-2017