Fátima Masse e Ivania Mazari
En un país donde la segunda causa de muerte es la diabetes mellitus, 15% del total de las muertes en 2015, resulta imperante sensibilizar a la población sobre los factores de riesgo y la importancia que tiene su tratamiento para retrasar la llegada de las complicaciones.
En México no existe un registro actualizado de la prevalencia total de esta enfermedad. Sin embargo, por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2016 se sabe que 9.4% de la población de más de 20 años ha sido diagnosticada con diabetes. Esto, sumado a que más de 70% de los adultos sufre sobrepeso y obesidad, llevó a la Secretaría de Salud a declarar por primera vez una emergencia sanitaria a causa de una enfermedad crónico-degenerativa.
Más allá del drama familiar, la diabetes genera una carga económica muy elevada. Tan sólo en 2013, los costos directos e indirectos de la diabetes ascendieron a casi 363,000 millones de pesos (mdp), equivalentes a 2.25% del PIB de ese año, según estimaciones de la Fundación Mexicana para la Salud A.C. (Funsalud). De esta cifra, más de 34,000 mdp se pierden por ausentismo laboral, incapacitaciones y presentismo, lo que afecta directamente a las empresas.
Hay que reconocer los esfuerzos de esta administración para combatir la diabetes, los cuales se han materializado en logros. Por ejemplo, entre 2012 y 2016 se registró un aumento en el porcentaje de población adulta diagnosticada con diabetes que recibe tratamiento, pasando de 85 a casi 88%. Además, en el mismo periodo se pudo observar un incremento en el porcentaje de diabéticos sometidos a pruebas de hemoglobina glucosilada, pasando de 9.6% a 15%.
Pero a pesar de los esfuerzos y logros, hay indicadores que reflejan un cierto grado de desconocimiento no solo por parte de los individuos, sino también por parte de las autoridades.
PRIMERO
Los tomadores de decisiones desconocen cómo ha evolucionado la brecha entre los pacientes diagnosticados y los no diagnosticados. En la Ensanut 2006, se encontró que 7.3% de la población adulta estaba diagnosticada y 7.1% fue detectada durante la encuesta. Estos resultados duplicaron la prevalencia de diabetes, ascendiendo a más de 14%.
Años después, en el levantamiento de la Ensanut 2012, se encontró que la brecha en dicho año era menor: 9.4% de los adultos estaba diagnosticado mientras que 3.6% fue hallado en la encuesta. Para 2016 se desconoce este dato. Este indicador es clave, pues es un termómetro real sobre la efectividad de los esfuerzos de diagnóstico.
SEGUNDO
La población desconoce a ciencia cierta cuáles son los estilos de vida que podrían evitar el avance de la diabetes. Según la Ensanut 2016, a pesar de que la mayoría de la población adulta padeció sobrepeso u obesidad, 61% de dicha población consideró que su alimentación es saludable y 67% se visualizó como físicamente activa; solo 34% consideró que comer saludablemente ayudará a evitar enfermedades y 6% a reducir gastos médicos.
TERCERO
La población desconoce aspectos generales de la diabetes y sus complicaciones. 1DOC3 -una plataforma de consultas sobre salud con representación internacional- encontró que el 80% de los usuarios que visitan el sitio busca información general sobre la diabetes, mientras que el 20% de las preguntas a los médicos online se hicieron sobre sus complicaciones.
El último dato contrasta con lo que se observa en Colombia y Argentina. Se desconoce la razón de este fenómeno, pero se antoja pensar que podría estar asociado a falta de explicaciones suficientes durante las consultas médicas o a que menos de 19% de los diabéticos están controlados en el primer nivel, lo que aumenta las probabilidades de desarrollar complicaciones.
La lucha contra la diabetes debe ser una prioridad, no solo en la agenda de salud, sino también en las demás agendas debido a sus implicaciones económicas. Por eso, el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) propone:
1. Garantizar el levantamiento de la Ensanut 2018. Recortar o eliminar esta encuesta sería un gran error, debido a que es la única fuente que da un panorama completo sobre el estado de salud de los mexicanos. Esta encuesta es fundamental para lograr que “la política de salud pública no sea fruto de la ocurrencia sino de la evidencia”, como bien escribió David Calderón.
Por ello, es necesario que los legisladores garanticen una partida presupuestaria para su levantamiento, cuidando que la muestra alcance representatividad estatal.
2. Diseñar e implementar un proceso de mejora continua para las políticas contra diabetes y obesidad. Es cierto que “lo bueno cuenta y cuenta mucho”, pero también es cierto que la dimensión que ha alcanzado la epidemia de diabetes requiere acciones efectivas.
No existe una bala de plata en contra de esta enfermedad, por lo que es necesario evaluar constantemente el cumplimiento de los objetivos de las políticas y ajustar su implementación para obtener mejores resultados. Lo ideal es que esto se haga de forma transparente y basado en evidencia.
3. Identificar herramientas tecnológicas para informar mejor a los pacientes y promover la adherencia al tratamiento. Entre estas herramientas destacan plataformas como 1DOC3, que podrían ayudar a crear perfiles de usuarios, así como informar a la población a través de sus buscadores y de material fácil de digerir.