En una entrevista reciente me preguntaron si creía que la igualdad entre mujeres y hombres era una cuestión de evolución. La pregunta me sorprendió, porque por el preámbulo se entendía como si fuera un proceso que se daría con el tiempo, de forma natural. Mi respuesta inmediata fue no.
Si lo dejáramos a la naturaleza, o al menos a la tendencia con la que se ha cerrado la brecha de género que mide el Foro Económico Mundial, a America Latina le tomaría 67 años para ser una región igualitaria. Aunque esta cifra es la mitad del tiempo estimado para todo el mundo (132 años), es demasiado. Es un fenómeno que no me tocará presenciar, a menos de que viva 104 años.
Lo ideal sería agilizar este cambio. ¿Cómo?
Lo primero es reconocer que México ha mostrado avances en los últimos años. En la primera edición del Índice de Brecha de Género en 2006 nuestro país ocupó el lugar 75, hoy nos ubicamos en el lugar 31 (2022). Este brinco en parte se debe a mejoras en educación y empoderamiento político. En particular, el objetivo de incrementar la cobertura educativa desde hace varios sexenios ha favorecido tanto a hombres como a mujeres.
Además, desde hace un par de décadas se han hecho esfuerzos para aumentar la representación política de las mujeres. Estos iniciaron como cuotas que fueron incrementando de forma gradual hasta convertirse en un principio de paridad en candidaturas a puestos de elección popular que ha derivado en congresos paritarios y en nueve entidades encabezadas por una gobernadora.
Sin embargo, poco se ha hecho para que más mujeres entren, permanezcan y crezcan en la economía remunerada. Menos de la mitad de las mujeres en edad productiva acceden al mercado laboral y la mayoría de las que lo logran ganan salarios más bajos que los hombres. Esto, sumado a una carga desproporcionada de cuidados, resulta en una menor probabilidad de crecer hacia puestos de toma de decisiones.
Cambiar esta tendencia requiere acciones capaces de transformar las dinámicas sociales y económicas que generan barreras -visibles e invisibles- que han detenido o alejado a muchas mujeres de la economía remunerada. Pareciera que ya se agotaron las oportunidades de soluciones “sencillas”, como las cuotas, para avanzar hacia mayor igualdad. Es tiempo de implementar acciones precisas desde todas las trincheras.
En los hogares, necesitamos romper con los roles de género que van programando a las nuevas generaciones. En las empresas, se necesita generar autodiagnósticos y abrir oportunidades, desde las reglas de contratación, para que más mujeres demuestren sus capacidades como lo han hecho algunas organizaciones reconocidas por Super Empresas para Mujeres de Expansión 2022. Los gobiernos, como empleadores, también requieren acciones para que las mujeres puedan crecer de forma orgánica hacia puestos más altos.
Cerrar la brecha de género en México no se dará por añadidura. Se logrará si y solo sí cada uno de nosotros suma fuerzas y actúa para llegar a un punto en el que mujeres y hombres tengan las mismas oportunidades. No en el papel, como lo dice la Constitución, sino en los hechos.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en Expansión.
18-07-2022