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El PAN y la dieta del caníbal

Felipe Calderón y Barack Obama comparten un mismo dolor de muelas. Ambos mandatarios son muy criticados por las decisiones más importantes que han tomado en el poder: la guerra contra el crimen organizado en México y el plan de estímulo económico en Estados Unidos. Los dos presidentes tienen un argumento difícil de vender: “las cosas están de la fregada, pero estarían mucho peor si no fuera por las decisiones que hemos tomado”. En una nuez, la explicación de Calderón va más o menos así: “Hay una guerra con más de 28 mil muertos, la violencia sigue al alza pero si no hubiera utilizado al Ejército, el crimen organizado hubiera fortalecido su control sobre vastas regiones del país”. El dilema de Obama se puede resumir de esta manera: “Tú no tienes empleo y tu hermano tampoco, pero si no hubiera sido por la iniciativa de reactivación económica tu primo también estaría sin chamba”.

Ambos argumentos tienen razón pero, el “hubiera” es el verbo de los gobiernos impopulares. Los electores decidimos el sentido de nuestro voto con base en resultados. Para que un partido en el poder repita su éxito en las urnas se requiere de algo más que un discurso basado en supuestos. La palabra científico-dominguera para definir el problema común de Calderón y Obama es contrafáctico. Este concepto es el escenario imaginario de un pasado que pudo haber ocurrido, pero nunca sucedió. Ninguno de los dos presidentes tiene un referente concreto para evaluar una situación donde sus políticas jamás se hubieran implementado.

Olvidémonos de Obama. Calderón y el PAN tienen un doble problema en la construcción de una narrativa de gobierno. Primero, no tienen un parámetro verosímil para medir los efectos de la cruzada contra la delincuencia y, después, los funcionarios de la actual administración se han dedicado a sabotear uno de los legados más relevantes del blanquiazul en el poder: el IFAI. El PAN es un caníbal de sus propios logros institucionales.

En 20 años, en el año 2030, la historia tendrá poco que decir de los resultados del sexenio de Vicente Fox. Sin embargo, el avance de la cultura de la transparencia y el derecho a la información será uno de los aspectos más importantes en el fortalecimiento de la democracia mexicana. Hoy esta herencia institucional del primer sexenio panista está en riesgo. Dicen que la verdad y la transparencia son unas de las primeras víctimas colaterales de toda guerra. Es entendible que el gobierno no quiera hacer públicos los planos arquitectónicos de una cárcel de alta seguridad o dar los nombres de los efectivos que participaron en la operación donde fue abatido Tony Tormenta. Sin embargo, querer mantener como confidenciales los expedientes de averiguaciones concluidas de la PGR es un empeño que no debería de tener cabida en un régimen que se dice democrático.

En otro flanco, el SAT genera un precedente terrible al desafiar al IFAI y mantener en la opacidad la lista de beneficiarios de los créditos fiscales. Esta cancelación de responsabilidades tributarias a ciertos contribuyentes destruye la percepción de que todos los mexicanos debemos de cooperar, en la medida de nuestro ingreso, con el financiamiento de la autoridad. La transparencia de esta información ayudaría a forjar una mayor cultura de cumplimiento fiscal entre los mexicanos. Sin embargo, el gobierno federal prefirió erosionar su legitimidad para cobrar impuestos y resguardar el anonimato de un grupo de contribuyentes privilegiados.

En lugar de enorgullecerse de uno de los logros más importantes del PAN en el poder, Felipe Calderón terminará su mandato con un IFAI diezmado en su prestigio y capacidad de acción. Lo mismo ocurrió con el IFE después de la reforma electoral de 2007. Una de las herencias más desafortunadas del actual sexenio será el debilitamiento institucional del IFAI y el IFE. Sin un contrafáctico para explicar la guerra y con una dieta de caníbal, ¿qué logros va a presumir el PAN en la campaña del 2012?