La virginidad del dinosaurio
El PRI es un partido novato en las lides de la democracia. Gobernó México durante siete décadas, pero de ese largo periodo sólo por tres años enfrentó un Congreso dividido. En la segunda mitad del sexenio de Ernesto Zedillo, los diputados del PAN y la izquierda sumaban más de la mitad de las curules de San Lázaro. En aquella última legislatura del siglo XX, el PRI tuvo sus primeros escarceos con las complejidades de la pluralidad política. Con la libertad de expresión, la relación fue un romance pudoroso y epistolar. Las críticas se toleraban por escrito y, de preferencia, por entregas semanales.Con la alternancia en el poder, el PRI no tropieza dos veces con la misma piedra. Desde que el PAN triunfó en la gubernatura de Baja California en 1989 ha habido alternancia en 23 entidades de la República. En 11 de estos estados, el PRI ha regresado al poder para no volverlo a soltar. Una vez que el tricolor ha recuperado una gubernatura perdida en las urnas ha encontrado la fórmula para no volver a enfrentar la derrota. En Chihuahua, el PAN ganó con Francisco Barrio para el sexenio de 1992 a 1998, a partir de entonces el PRI ha ganado en tres elecciones consecutivas de gobernador. Si el caso de Chihuahua es un anticipo del porvenir de la República y el PRI gana hoy las elecciones presidenciales, tendremos mandatarios del tricolor, por lo menos, hasta el año 2030. Como una experiencia de traumático recuerdo, el dinosaurio que prueba el sabor de la alternancia no quiere volver a tener ese gusto en el paladar
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