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Suave patria, ¿Cómo vamos?

En su famoso poema La Suave Patria, Ramón López Velarde incluye una frase que me genera vértigo y urticaria: “Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”. La cita es un bálsamo poético para los espíritus conservadores, una lectura de la tradición como el único cemento legítimo para edificar el futuro. Provoca un profundo desasosiego pensar que los vicios del México violento y miserable serán los continuos de un destino terco. Esa patria áspera no tiene por qué repetir la cotidianeidad de sus vicios y angustias. Alejandro González, director de Gesoc, afirma que para poder transformar una sociedad se debe conjurar el maleficio de “las tres Íes: la inercia, la ideología y la ignorancia”. Estas tres palabras son las mejores aliadas de esa patria empeñada en no cambiar.

El crecimiento económico es la fuerza más revolucionaria que puede experimentar una sociedad moderna. Para dejar de ser lo que somos, tenemos que estar obsesionados con la capacidad nacional para generar riqueza y oportunidades. Es una tarea monumental, donde el liderazgo político es relevante pero insuficiente. Los mexicanos padecemos de un caso crónico de presidencialismo subconsciente. En esta ficción política asumimos que el titular del Ejecutivo es un caudillo puedelotodo. La realidad es distinta. El empeño por lograr un crecimiento incluyente y sostenido no debe ser una preocupación exclusiva del gobierno, sino un afán de la iniciativa privada y el resto de la sociedad.

El observatorio económico, México, ¿cómo vamos? impulsado por el IMCO y México Evalúa aspira a convertirse en un termómetro de lo que debería ser nuestra obsesión nacional. El proyecto dará marcaje personal a un conjunto de variables como el PIB, la inflación y la inversión extranjera directa. Estos no son números abstractos y distantes de nuestra vida cotidiana. Estas cifras determinarán las posibilidades de que encontremos buenos empleos, podamos preservar el poder de compra de nuestras quincenas o tengamos menos compatriotas subsistiendo bajo la línea de pobreza.

Es difícil pensar en un escenario donde estos números estarán en la mente de la mayoría de los mexicanos, con la misma fijación que el último marcador de la selección nacional de futbol. Sin embargo, estas cifras determinarán el desempeño de México en la liga del desarrollo y la prosperidad. Para derrotar al trío de la inercia, la ideología y la ignorancia se requiere lograr una base social de apoyo a favor del crecimiento económico. Esta masa crítica de ciudadanos y consumidores debe usar su voto y su dinero para apoyar una clase política y un sector privado con genuina vocación de cambio. La iniciativa México, ¿cómo vamos? será una regla para medir el desempeño del gobierno de Enrique Peña Nieto. No obstante, en una democracia, el éxito de la economía no puede depender de una sola persona o institución. Necesitamos un Congreso que redacte y apruebe normas a favor de la inversión y la competencia económica. Así como tribunales que den certidumbre a los contratos y derechos de propiedad. Un Banco de México que mantenga a raya la inflación. Los gobernadores estatales deben tener claras sus fortalezas y áreas de oportunidad para impulsar la competitividad de México, desde el dinamismo de sus regiones.

No hay epopeyas fáciles, ni maratones cortos. La recompensa de este empeño significa modificar el futuro de una nación donde vivimos más de 112 millones de personas. Ojalá la travesía de nuestro país nos lleve hacia un destino distinto al presente. Nuestra Suave Patria deberá encontrar su sincera alegría en la capacidad para cambiar su ruta y renovarse a sí misma. De López Velarde, mejor me quedo con este verso de su declaración de amor a México: “Tu casa todavía es tan grande, que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería. Y en el barullo de las estaciones, con tu mirada de mestiza, pones la inmensidad sobre los corazones”.