Artículo

Se cayó la llamada

La imposibilidad de terminar una conversación por teléfono celular es parte de mi vida cotidiana. Con frecuencia semanal, a veces diaria, tengo que marcar tres veces el mismo número para culminar una charla de 5 minutos. Tengo un colega que vive en la ciudad de Cuernavaca, hablar a su casa es un vía crucis tecnológico que me inspira a la crianza de palomas mensajeras. Comunicarse a una ciudad que está a unos 80 kilómetros del Distrito Federal es como comunicarse a Timbuktú. Mis frustraciones como cliente de Telcel ¿son una anécdota personal o un problema estructural de la economía nacional? El estudio de la OECD sobre telecomunicaciones en México me hace pensar que el problema rebasa por mucho la evidencia limitada que puede aportar un consumidor aislado.

El buen funcionamiento de una red telefónica depende en gran medida de la inversión en mantenimiento y modernización tecnológica. Entre 2000 y 2009, la inversión per cápita en telecomunicaciones en los países de la OECD llegó mil 447 dólares. En el mismo periodo, en México, sólo se invirtieron 346 dólares por cabeza en este sector. Si tenemos el último lugar en inversión entre países de la OECD, nadie se debería sorprender si tenemos un mal servicio. La capacidad de inversión de una empresa depende, en buena medida, de sus márgenes de ganancia. Una empresa que no genera utilidades, tiene menos capacidad de inversión. Este no es el caso de Telcel. En 2008, la principal operadora de telefonía celular en México tuvo un margen de utilidades de 64%, antes de impuestos, amortizaciones y depreciación de activos. El margen promedio de empresas similares de la OECD es del 37%. La buena noticia es que Telcel es una empresa muy rentable, la mala es que reinvierte muy poco en comparación de sus competidores internacionales.

Entre los países de la OECD es imposible encontrar una empresa que tenga una rebanada tan grande del mercado de telefonía celular. Siete de cada 10 usuarios de telefonía celular en México somos territorio Telcel. En Reino Unido el operador “hegemónico” tiene 24% del mercado, en Estados Unidos tiene 32% y en España 43%. La ausencia de un mercado competido puede ser uno de los factores que explique los bajos niveles de inversión de telecomunicaciones en México. Otras empresas como Telefónica Movistar, Nextel y Iusacell tampoco tienen demasiados incentivos para modernizar su infraestructura, por el mismo motivo que no es aconsejable patear a Sansón.

La empresa hegemónica no tiene mayor necesidad en invertir, ya que goza de ganancias extraordinarias con la actual estructura de mercado. Las compañías de la competencia temen que si dedican recursos en mejores antenas y transmisores de señal, este capital será tirado a la basura por la falta de competencia. El ingeniero Slim reta a las otras empresas del sector a que incrementen sus inversiones en infraestructura. Sus adversarios, retan a Grupo Carso a competir con costos bajos y parejos en la interconexión de llamadas. Mientras esta disputa no se resuelva, las inversiones en telecomunicaciones serán insuficientes para mejorar el servicio y aumentar el acceso a nuevos consumidores. Este pleito entre particulares se puede convertir en un pantano para el crecimiento económico de México.

El equipo internacional de la OECD, que contó con la interacción técnica del IMCO, elaboró un documento de referencia para los próximos 10 meses y los siguientes seis años. El estudio de la OECD debe servir como brújula y diagnóstico para orientar las políticas públicas en materia de telecomunicaciones. En un ejercicio de autocrítica, la Cofetel y la SCT aceptaron el escrutinio internacional. El saldo de la investigación establece que nuestras normas e instituciones no están bien diseñadas para cumplir con la función de regular eficientemente el mercado. Esperemos que esta llamada de emergencia para reformar al sector no se corte a media comunicación. Si esa llamada se cae, no será responsabilidad del ingeniero Slim, sino de las instituciones del Estado mexicano y los individuos que las encarnan.