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Televisión y Competencia

La televisión abierta se transmite por señales electromagnéticas que cruzan el cielo por vías invisibles. La avenida por la que viajan la voz y la imagen de tu programa favorito se le llama espectro radioeléctrico. Esta carretera está dividida en canales de frecuencias. Como los muros de contención que dividen los carriles de una autopista, los canales de televisión analógica también requieren de una frontera de protección para evitar que la señal de un partido de futbol se contamine con los sollozos de una telenovela. Por estas “vallas divisorias” no existen los canales 3, 6, 8, 10 y 12 en la tele mexicana. Gracias al cambio tecnológico, hoy es posible desaparecer esos muros de contención y multiplicar el aprovechamiento del espectro radioeléctrico. La transición a la televisión digital es como construir el segundo piso de una carretera: por el mismo espacio donde circulaba un solo canal podrían pasar cuatro.

Este brinco tecnológico requiere que las televisiones menos modernas tengan un decodificador de señal y una antena, cuyo costo por aparato ronda los 750 pesos. En la mayoría de los países, el gobierno ha cubierto la totalidad o una parte de este cambio tecnológico. El 12 de junio de 2009, Estados Unidos completó su transición a la nueva tecnología digital. Ese día se apagaron las viejas transmisiones analógicas y las teles antiguas se quedaron con la pantalla en negro. Este cambio tecnológico implica ventajas que van mucho más allá de mejorar la nitidez y sonido de las transmisiones. Un aprovechamiento más eficiente del espectro radioeléctrico permite abrir la puerta a más canales y nuevas empresas de televisión, así como utilizar las frecuencias disponibles para licitar servicios adicionales de banda ancha. Este cambio abriría nuevas opciones para invertir y crear empleos en México. Los consumidores tendrían una oferta más variada y el gobierno nuevas fuentes de recaudación fiscal.

El espectro radioeléctrico es un motor de competitividad y desarrollo económico. Posponer el apagón analógico es equivalente a dejar el petróleo olvidado en el subsuelo o desaprovechar nuestras bellezas naturales como propulsores de la industria turística. Por un decreto emitido en el sexenio de Vicente Fox se estableció que el apagón analógico ocurriría hasta el año 2021. Según este decreto, el cambio a televisión digital ocurriría en México no a la velocidad que marca el cambio tecnológico, sino a la lentitud que más convenga a los intereses afectados. Así como el invento del automóvil le dio en la torre a los criadores de caballos y los fabricantes de carretas, la digitalización de la televisión puede significar un terremoto en el tapete para Televisa y TV Azteca. Ambas empresas tendrían que adaptar su modelo de negocios y sus tarifas publicitarias a un entrono marcado por mayor competencia.

En septiembre de 2010, el presidente Felipe Calderón intentó enmendar el error de su antecesor. Mediante un nuevo decreto se buscó meter el acelerador en la transición digital y marcar la fecha del apagón en el 2015. La Cámara de Diputados y el Senado se apuraron a interponer una controversia constitucional ante la Suprema Corte, bajo el argumento de que no es facultad del Presidente emitir el decreto, sino de la Cofetel. Después de más de un año de litigio, los ministros están a punto de emitir sentencia sobre las potestades del Ejecutivo en esta materia. Más allá de la sentencia de la Corte es necesario que México acelere la transición a la televisión digital no sólo por motivos económicos, sino también como un paso para fortalecer la democracia. La televisión abierta todavía es una de las fuentes más importantes de información política en el país. Los regímenes políticos más primitivos tienen un rasgo en común: la poca diversidad de sus fuentes informativas. La competencia es a la economía de mercado, lo que la pluralidad es a la democracia.