Las tensiones comerciales recientes producen una ineludible disposición para la especulación. Entre que hay aranceles y no, entre su porqué y su para qué, la primera sensación que producen es la zozobra. Pero si las noticias resuenan globalmente y se aprecian como descomunales, la incertidumbre que germina de ellas es un riesgo local.
La información de la actividad industrial que publicó el Inegi este martes 11 de febrero profundiza los pensamientos lúgubres que han producido las noticias desde hace semanas. El mismo día, Trump anuncia aranceles de 25% al acero y el aluminio en los Estados Unidos. Me imagino a muchos comerciantes en México y al norte del Bravo con la garganta reseca y tratando de adivinar qué viene y qué sigue.
En diciembre la actividad industrial se contrajo 1.4% a tasa mensual y 2.4% con respecto a diciembre de 2023. Considerando todo el año, el crecimiento será apenas de 0.2%. En un año con un déficit fiscal histórico, la actividad industrial se estancó.
Al interior, si bien todos los segmentos tuvieron un desempeño negativo con respecto a noviembre, volvemos a mencionar la construcción, que tuvo un decrecimiento de 2.1% y de 7.1% comparando con diciembre de 2023.
La importancia de la construcción en la economía es bastante obvia: hay que construir casas para vivir en ellas y edificios antes de abrir los negocios. Así pues, la construcción residencial apunta hacia la capacidad de consumo de bienes durables de las familias, mientras que la no residencial funciona como termómetro de la capacidad de crecimiento de otros sectores: desde el comercio hasta las manufacturas, pasando por los servicios de esparcimiento, alimentación, etcétera.
Por su parte, las manufacturas, que representan una quinta parte de la actividad económica en México, tuvieron una caída de 1.2% mensual y 0.3% anual en diciembre pasado. Al considerar todo el año, las industrias manufactureras habrán crecido 0.3% durante 2024.
Ahora bien, al interior de las manufacturas y tomando en cuenta el desempeño de todo 2024, los datos negativos son la mayoría, y se destaca un decrecimiento en la industria alimentaria de 0.3% y de las industrias textiles o relacionadas, que cayeron entre 5.6 y 9.3%. También es notable la caída en las industrias metálicas básicas (-5.2%), el papel (-2.7%) y la madera (-4.8%).
Pero unas pocas industrias mostraron crecimiento: bebidas y tabaco (1.0%), fabricación de productos derivados del petróleo y el carbón (11.5%, aunque hay que anotar que en ese caso más producción le ha provocado más pérdidas a Pemex en la refinación), industria química (2.3%), plástico y hule (0.1%), fabricación de accesorios, aparatos eléctricos y equipo de generación de energía eléctrica (0.8%) y fabricación de equipo de transporte (1.3%).
Como se puede notar, varias de las industrias que sí crecieron están enfocadas en el sector exportador. De particular relevancia son el sector automotriz y los aparatos eléctricos, por ejemplo. Así es como las preguntas por los aranceles suenan más fuerte: ¿qué podemos esperar de las industrias exportadoras a las que no les fue tan mal en 2024 si hay aranceles? ¿Y de las que no les fue nada bien?
Pero tales preguntas no repican igual en todas partes. La preocupación por los aranceles no es igual para los empresarios en Chihuahua, que exportaron casi 70 mil millones de dólares en 2023 y más del 90% de ellos se fueron a los Estados Unidos, que para los de Baja California Sur, Nayarit y Quintana Roo, donde se quedaron por debajo de los mil millones de dólares.
Desde luego que si hay aranceles y los consumidores estadounidenses los padecen, también el turismo en nuestras playas lo van a resentir, pero el impacto no será igual que para las industrias del norte. De acuerdo con el Índice de Competitividad Estatal 2024, del IMCO, las exportaciones de Chihuahua equivalen al 137% de su PIB, y las de Coahuila al 105%. Las de Quintana Roo no llegan ni siquiera al 0.1%.
Los beneficios del comercio basado en reglas son muchos. Se favorece el intercambio tecnológico, se generan empleos de calidad, se impulsa el crecimiento sostenible y, en el caso de América del Norte, la integración de cadenas de valor produce una interdependencia que a su vez forja una relación estable, incluso si a veces es incómoda. Esta es una de esas veces.
Pero claramente el libre comercio no es ni nunca será la bala de plata para eliminar los problemas en una economía. No existe esa bala de plata, ni existe la fuente de la eterna juventud, ni hallaremos una olla de oro al terminar de leer un tratado comercial. Los beneficios del comercio no son homogéneos y a estas alturas sobra decir cómo la figura de Trump se construye en parte sobre esos beneficios desiguales. Pero esa turbulencia global que se representa en su regreso a la Casa Blanca implica riesgos locales, riesgos específicos para trabajadores y empresarios en todas partes, aunque no en todas por igual.
Publicado en El Economista
12-02-2025