Opinión

Un mercado laboral bilateral

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México y Estados Unidos forman parte de una de las coaliciones económicas más importantes del mundo. Son un bloque de 11.8 millones de km2 que representa un cuarto de la economía global y está unido por uno de los tratados comerciales más modernos que existen. Aún con estas condiciones que los atan (tanto económica como geográficamente), les resulta difícil pensar y actuar como un grupo unido y no como entes separados.

Un ejemplo es la propuesta de Ally-Shoring, formulada por especialistas estadounidenses en la materia. Consiste en lo siguiente: profundizar y expandir los lazos que ambos países tienen en materia no sólo de producción, sino de investigación, desarrollo, seguridad y gobernanza para garantizar el acceso a insumos creados en la región. En otras palabras, traer las cadenas productivas a casa, a México y Estados Unidos. La idea ha adquirido tracción en los últimos meses, sobre todo entre un grupo que debe comprarla: los empresarios de la región.

Sin embargo, hay un aspecto difícil de vender: el Ally-Shoring en materia laboral. La teoría es razonable: si los vínculos que facilitan el suministro de bienes intermedios generan una región más eficiente, los vínculos para facilitar el flujo de capital humano también lo harían. No sólo es razonable, es conveniente, puesto que ambas economías se enfrentan en este momento a problemas complementarios que dan pie a una oportunidad para crear una fuerza laboral bilateral que encaje como un rompecabezas.

Como lo detalla un análisis reciente de la U.S.-Mexico Foundation, centro de pensamiento dedicado a la relación bilateral, por un lado Estados Unidos se enfrenta a una escasez de mano de obra que se combina con un envejecimiento de la fuerza laboral a lo largo de la última década. En contraste, México tiene un mercado laboral que no satisface la demanda por empleos de calidad, en el que hay 3.6 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años dispuestos a trabajar, pero sin oportunidades laborales. 70% de ellos tienen, al menos, estudios de bachillerato concluidos.

Construir una fuerza laboral bilateral traería beneficios para ambos países. En Estados Unidos, contar con un flujo constante de mano de obra y trabajadores con ideas y enfoques culturales diversos permitiría detonar crecimiento en la economía. México, además de garantizar posibilidades laborales para una mayor parte de la población, recibiría un impulso por ese crecimiento económico estadounidense, que traería consigo una mayor demanda por insumos mexicanos y un incremento en la producción regional.

Además, hoy la región está en un momento crucial para el reajuste y la evolución de las cadenas productivas, que será más exitoso en la medida en que los países se apoyen entre sí para lograrlo. El contexto de la crisis sanitaria y los problemas enfrentados por las cadenas globales de suministro han expuesto la necesidad de cadenas de valor más resilientes ante períodos de crisis. El Ally-Shoring cobra particular relevancia ante esa situación.

Aún así, su elemento humano trae complicaciones, ya que requiere de un ajuste en la narrativa migratoria regional que actualmente le cierra las puertas al talento bajo el argumento de seguridad y el control de fronteras. Retomar las discusiones sobre un modelo de libre movilidad –estancadas desde principios de los 2000– y trabajar hacia una nueva política migratoria sólo funcionará si México y Estados Unidos se ven como los aliados estratégicos que son. Para cosechar los beneficios de una fuerza laboral conjunta, una visión bilateral es indispensable. Después de todo, donde hay unidad, siempre habrá victoria.

Publicado en Animal Político.

11-08-2022