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Después de #UnDíaSinMujeres

En las semanas previas al #ParoNacionalDeMujeres se ha hablado mucho sobre si debería llevarse a cabo o no esta acción colectiva y del costo económico que podría imponer. Sin embargo, hay una pregunta medular para el futuro de México: ¿qué pasa después para que la situación de las mujeres mejore?

En mi opinión, este movimiento nace del hartazgo y la frustración de las mujeres ante la creciente ola de feminicidios y la falta de una respuesta contundente por parte de la autoridades. A él se suman miles de simpatizantes de varios sectores, hombres y mujeres, en parte porque reconocen el alto grado de inseguridad en el país, donde las mujeres son mucho más vulnerables.

Ya sea que este día genere pérdidas de 6,000 o de 26,000 millones de pesos (rango donde oscilan las estimaciones económicas), es un choque fuerte y costoso para demostrar que las mujeres somos tan importantes como los hombres, y queremos una sociedad mucho más justa, segura, que nos permita competir en igualdad de circunstancias y que no dificulte nuestras actividades diarias.

El feminicidio es la consecuencia última y atroz del odio a las mujeres. Sin embargo, no es la única forma en la que nos matan. Hay parejas que aniquilan a sus esposas con sus palabras denigrantes. Hay familias que matan el futuro de sus hijas porque no es relevante invertir en su educación. Hay organizaciones que matan las oportunidades laborales femeninas cuando las corren después de un periodo de maternidad o al enterarse que hay un embarazo.

Y sí, también hay autoridades gubernamentales que matan la protección de las mujeres por falta de políticas públicas efectivas para prevenir los crímenes en su contra.

Todo esto no va a cambiar de la noche a la mañana. Sin embargo, #UnDíaSinMujeres es un manifiesto de que estas acciones tienen un costo altísimo tanto político como reputacional. En ese sentido, el caso de la UNAM ha sido muy ilustrativo de las dimensiones que pudiera llegar a alcanzar este descontento. Es una campanada que debería despertar a la sociedad mexicana y llevarla, como dice mi compañera Alexandra Zapata, por un camino de reflexión a todos los niveles.

Si el 9 de marzo nos permite a todos hacer una pausa para pensar sobre qué podríamos hacer para eliminar las manifestaciones de violencia, ya hay un avance. Las conclusiones de esa reflexión deberían después concretarse en pequeñas o grandes acciones para incrementar el bienestar de las mujeres. Por ejemplo, empoderar a otras mujeres, balancear mejor las cargas dentro de la familia, implementar protocolos y mecanismos de denuncia al interior de las empresas y ajustar la manera en la que educamos y lo que les enseñamos a nuestras niñas y niños.

Desde la política pública, me parece que los reflectores estarán en las políticas que se articulen para prevenir y castigar el feminicidio mediante acciones como mejorar el levantamiento de estadísticas relacionadas, fortalecer los Centros de Justicia de Mujeres y capacitar al personal de las instituciones de justicia para reducir sesgos en contra de las mujeres. No obstante, no es lo único por hacer. Se deben retomar múltiples recomendaciones que se han hecho desde hace tiempo para aumentar la igualdad de género en otros ámbitos como educación, salud, movilidad, entre otros.

Sería muy ambicioso creer que después del paro, nuestro país va a cambiar drásticamente. Sin embargo, sí puede ser un día que nos acerque a la meta, que detone cambios incrementales y que se quede como un recordatorio vivo de que sin las mujeres, México no es nada.

Muchas gracias a Alexandra Zapata por una conversación que ayudó a nutrir esta columna.

Publicado por Expansión
09-03-2020