Opinión

Esfuerzos pro igualdad, más allá de marzo

FOTO: CÉSAR GÓMEZ/CUARTOSCURO.COM

Marzo es el mes de las mujeres. El 8 de marzo, específicamente, es una fecha en que mujeres diversas de todo el mundo se unen, desde hace más de un siglo, para continuar una lucha en favor de la igualdad. Un mes en que la mayoría de las personas y las organizaciones parecieran estar más abiertas a escuchar cuáles son las brechas de género que aún prevalecen y qué se puede hacer para cerrarlas.

En México destaca el foco que se ha puesto en temas de seguridad ante una ola de violencia de género que no para, que le ha arrancado la vida a miles de mujeres cuyos casos han quedado impunes. No hay motivo más fuerte de indignación. Sin embargo, también hay otros frentes, sutiles pero no menos relevantes, donde la falta de un piso parejo también implica limitar las oportunidades de las mujeres: la repartición de tareas en el hogar, el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, y las oportunidades económicas, por mencionar solo algunas.

En medio de un sinnúmero de voces que luchan por causas que parecerían distintas, pero en realidad se orientan a un fin común, el IMCO se ha enfocado en el frente laboral. Desde 2020, creamos un área que profundiza en las condiciones laborales para que las mujeres puedan alcanzar autonomía económica, entendida como la capacidad para generar ingresos propios que sean suficientes para tomar decisiones de forma autónoma, y que puedan desarrollarse profesionalmente. Estamos convencidas de que esto podría garantizar libertad en las decisiones personales de las mujeres, que incluso puede implicar la capacidad de huir de contextos de violencia.

Sin embargo, unirse y permanecer en la fuerza laboral es una decisión compleja para las mujeres; aunque vivimos en un país libre, hay múltiples factores que juegan un rol determinante. Los roles de género, el tiempo dedicado a las labores no remuneradas, el contexto familiar, el nivel educativo, y las condiciones laborales -en muchas ocasiones poco flexibles, informales, y con remuneración baja- que se ofrecen, implican que el talento femenino se desaproveche.

Una transformación social y económica no solo requiere de políticas públicas. El trabajo empieza por casa, donde se pueden redistribuir las tareas del hogar y de cuidados para que su mayoría no recaigan en las mujeres. Allí también se puede evitar marcar diferencias entre las y los hijos solo por su género, o en otras palabras, alimentar los sueños y aspiraciones de las niñas para que no sean definidas únicamente por los estereotipos que prevalecen.

Las empresas pueden ser catalizadoras de cambios que impacten a sus colaboradoras y las instituciones públicas también pueden propiciar las condiciones óptimas políticas y sociales para lograrlos. No se trata de “pintarse de morado”, o purplewashing, para coincidir con la causa del mes. Se trata de hacer ajustes estructurales para ofrecer empleos compatibles con la realidad que hoy enfrentan las mujeres. Esto puede empezar con un análisis de su nómina y de su cultura laboral para diseñar políticas que impulsen la corresponsabilidad en el hogar, así como para ofrecer condiciones laborales donde las mujeres se sientan valoradas, escuchadas, seguras y que puedan trabajar con base en resultados que se reconozcan para su crecimiento profesional.

Aunque estos esfuerzos muchas veces nazcan y se intensifiquen en este mes que comienza, deberían implementarse y monitorearse a lo largo de todo el año. Marzo debe significar un impulso adicional para estos esfuerzos. El cambio no sucede de la noche a la mañana, pero tampoco debe detenerse hasta que las mujeres de nuestro país vivan otra realidad.

Publicado en La-Lista.

01-03-2023