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Votar por la maestra

Un amigo de profundas convicciones liberales me cantó su voto para presidente de la República: “¡Mi gallo es Gabriel Quadri!”. Su asertiva confidencia me generó una ominosa premonición: algunos mexicanos inteligentes y de buena fe piensan sufragar por el candidato de la Maestra. Quadri está en un mal lugar y en una pésima compañía para ostentar sus credenciales liberales.

La esencia del pensamiento liberal se basa en el principio de que existen ciertos derechos individuales que están por encima de los asuntos del Estado y los intereses de grupo. Un verdadero liberal le daría prioridad al derecho a la educación de cada niño mexicano sobre el catálogo de privilegios que defiende el gremio de los maestros. Como un individuo de raza negra que busca afiliarse al Ku Klux Klan, Quadri está rodeado por personas que en los hechos desprecian las ideas que él defiende. Visto con afecto, un candidato liberal postulado por un partido corporativo es una contradicción. Mirado con dos gotas de malicia es una farsa que busca engañar a un número suficiente de ciudadanos para preservar el registro de Nueva Alianza.

Un partido político creado expresamente para defender los intereses de una líder y su gremio no puede abanderar la cruzada del interés colectivo. Gabriel Quadri es el embajador y abogado de uno de los poderes corporativos más influyentes de México. Una pieza útil y sacrificable en el ajedrez de Gordillo, un alfil al que le dejaron ocupar la posición de rey por un trimestre. Entre abril y junio, Quadri jugará en las grandes ligas de la política nacional. Mientras el candidato de la Maestra se divierte con los focos de los reflectores, el gobierno federal ha dado y perdido una de las batallas fundamentales para el futuro de México.

En mayo de 2011, la SEP y el sindicato magisterial firmaron un convenio donde se establecía la obligatoriedad de las evaluaciones para directores, maestros y asesores pedagógicos de primaria. Sin embargo, bajo la consigna de que firmar no implica cumplir, el SNTE logró que la participación de los docentes en las pruebas de evaluación sea una decisión voluntaria. Más que defender los derechos laborales de sus afiliados, el sindicato lucha por preservar una de las prebendas fundacionales del viejo sistema político: el derecho a no rendir cuentas. Los maestros se quieren aferrar a los usos y costumbres del siglo XX mexicano, donde las distintas versiones de la autoridad no estaban acostumbradas a enfrentar el contrapeso de una evaluación.

La imposibilidad de someter a examen a los maestros es un desafío a la gobernabilidad de México. Un grupo de particulares, el gremio magisterial, descarrila la estrategia del gobierno federal. La política educativa de México la dicta el SNTE y no la SEP. En un abierto desdén a las formas y a los mínimos de cortesía, Elba Esther Gordillo aprovechó una invitación a la casa presidencial de Los Pinos para atacar a Josefina Vázquez Mota. Ese es un desafío natural para un poder que ni rinde cuentas ni conoce límites. Ganar la Presidencia es una cosa muy distinta a conseguir el poder. La persona que se tercie la banda presidencial el 1o. de diciembre tendrá todo el poder que dan los votos, pero no tendrá en sus manos las riendas de la política educativa. Esas correas tienen la misma dueña desde hace varios sexenios.

Con tu sufragio, tú puedes hacer algo muy importante para ayudar a que el Estado mexicano recupere su rectoría sobre la política educativa: no votes por Elba Esther Gordillo y su articulado títere de lentes con bigote. Si el brazo electoral de la Maestra sufre un revés el 1o. de julio, aumentarán las posibilidades de que los niños mexicanos sean educados por maestros que han pasado por el tamiz elemental de una evaluación.

Está columna sólo refleja las posturas de su autor.